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ARGUMENTO: “Debemos respetar las especies y los ecosistemas sobre los sujetos”

RESUMEN: ¿Qué es el ecologismo? ¿qué es el ecocentrismo? ¿debemos dar prioridad a los ecosistemas y a las especies sobre los intereses de nosotros los seres sintientes? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí voy a responder.

El ecocentrismo es el criterio según el cual la conservación de «especies» y de «ecosistemas» debe tener prioridad sobre todo lo demás. Sin embargo, la inmensa mayoría de quienes se autodenominan «ecologistas» no defienden el ecologismo porque no son ecocentristas, sino que son antropocentristas con preocupaciones ambientales. El ecocentrismo parece descansar en la idea de que existe un «equilibrio en la naturaleza» que es sostenido por las especies y los ecosistemas. La idea de que existe un «equilibrio en la naturaleza» que es sostenido por las especies y los ecosistemas queda rebatida por el hecho de que todo es naturaleza y de que el «equilibrio de la naturaleza» es un mito religioso, no existe ningún equilibrio en el todo. Si un ecosistema y una especie tienen valor es porque contienen seres con valor intrínseco, es por esta razón por la que los ecosistemas y las especies están subordinadas a los intereses de dichos individuos, y no al revés. El deber se origina en los seres que tienen intereses, no de la arbitrariedad de los ecologistas.

Palabras clave: biocenosis, ecocentrismo, ecologismo, holismo

1. Algunas personas dicen que «defender a los animales es ecologismo». Estas personas están muy confundidas, pues el animalismo defiende que es éticamente incorrecto dañar y matar a animales (más allá de la especie humana), en cambio el ecologismo defiende que es éticamente incorrecto que se extingan especies de seres vivos y que desaparezcan los ecosistemas en los que estos se viven. Por eso, según el ecologismo, es éticamente correcto matar animales que no están en peligro de extinción. El animalismo que se origina desde el antropocentrismo defiende que es éticamente incorrecto dañar y matar a algunos animales no humanos, especialmente se refiere a perros, gatos, caballos, toros, delfines, etc. porque simpatizan con ellos. Pero el animalismo que se origina desde el sensocentrismo defiende que es éticamente incorrecto dañar y matar a cualquier animal por el hecho de que son seres sintientes, lo cual por coherencia lleva a la práctica del veganismo. Podemos afirmar que los veganos son animalistas coherentes. Además, la defensa de todos los animales lleva por lógica a defender que estos vivan en condiciones ambientales adecuadas para la salud/vida. Por ejemplo, Óscar Horta en su artículo «Tomándonos en serio la consideración moral de los animales: más allá del especismo y el ecologismo» explica la diferencia entre animalismo y ecologismo de la siguiente manera:

«Hemos visto las razones por las cuales hemos de considerar moralmente de modo pleno a todos los animales sintientes. Lo novedoso de esta posición hace que mucha gente, no familiarizada con los argumentos arriba presentados, pueda entender que esta es una posición de carácter ecologista, o semejante a esta. Ésta es, sin embargo, una CONFUSIÓN MAYÚSCULA. Como veremos, ambas posturas se encuentran en polos opuestos en lo que toca tanto a los principios en los que se basan como a las consecuencias que prescriben. Mientras los críticos del especismo se centran en la capacidad de sufrir y disfrutar, los éticos medioambientales dan valor intrínseco bien a las especies o a los ecosistemas en conjunto, como sucede en el caso de las posiciones denominadas “holistas” –como ha sostenido Callicott (1989)–, bien a todos los seres vivos, como ocurre con las posiciones denominadas “biocentristas” –que han defendido teóricos como Goodpaster (1978) o Taylor (1986)–.[…]» — Óscar Horta, «Tomándonos en serio la consideración moral de los a nimales: más allá del especismo y el ecologismo»

2. La mayoría de las personas que se autodenominan «ecologistas», realmente no lo son. El ecocentrismo es el criterio según el cual la conservación de especies y de ecosistemas debe tener prioridad sobre todo lo demás. La puesta en práctica del ecocentrismo se llama ecologismo; aquí lo llamaré «ecologismo real». Sin embargo, la inmensa mayoría de quienes se autodenominan «ecologistas», incluidos los activistas de Greenpeace, no defienden el ecologismo porque no son ecocentristas, sino que son antropocentristas con preocupaciones medioambientales. Por lo tanto estas personas dan preferencia a los intereses humanos (a la industrialización, a la «plaga» de humanos, etc.) sobre la conservación de especies y de ecosistemas, y dan preferencia a las especies y a los ecosistemas sobre el resto de seres vivos. Debido a las contradicciones del antropocentrismo[1], los antropocentristas «ecologistas» cada vez tienen más preocupaciones animalistas, por ejemplo rechazando actividades que no contaminan: la tauromaquia, circos con animales, etc. Por ejemplo, Javier Yanes en su artículo «El ecologismo no debe caer en la trampa animalista» defiende un «ecologismo» antropocentrista; artículo al que posteriormente respondió Óscar Horta desde el sensocentrismo mediante su artículo «Atacando a la defensa de los animales desde el ecologismo».

3. Los ecologistas reales dan preferencia a la conservación de las especies y de los ecosistemas sobre los seres vivos, incluido los seres humanos. Uno de los pocos representantes del ecocentrismo, y que por lo tanto defiende un ecologismo real, es Pentti Linkola, fundador de la fundación ecologista Finnish Nature Heritage Foundation. Linkola mantiene una posición consistente centrada en principios ambientalistas, sin subordinarla a planteamientos antropocéntricos como hace el «ecologismo» predominante hoy en día(1). Por lo tanto, Linkola da prioridad a la conservación de los ecosistemas y de las especies sobre el respeto a los individuos, independientemente de que estos individuos sean de la especie humana o de otras especies. Según Linkola, el crecimiento poblacional de la especie humana es la mayor amenaza para los ecosistemas y especies en la Tierra. Para mantener el planeta con vida, Linkola defiende la reducción de la población humana -u homo destructivus, como él los llama-, incluso de manera violenta, hasta que las cifras de población globales estén al mínimo. La metáfora que emplea es la siguiente: «¿Qué se puede hacer cuando un barco que transporta cien pasajeros naufraga y sólo hay disponible un bote salvavidas con capacidad para diez personas? Cuando el bote esté completo, aquellos que odian la vida intentarán cargarlo con más personas y acabarán hundiéndolo. Aquellos que aman la vida tomarán un hacha del barco y cortarán las manos de aquellos que se aferran a los costados del bote». En mayo de 1994, un artículo de Linkola publicado por el The Wall Street Journal Europe recibió una montaña de correos de lectores indignados. En una de esas cartas se leía: «Aquellos que abogan sinceramente por la despoblación deberían dar ejemplo y comenzar esta despoblación por ellos mismos». La respuesta de Linkola fue: «Me sacrificaría a mí mismo sin dudarlo si mi muerte conllevase la eliminación de millones de personas». El ecocentrismo parece descansar en la idea de que existe un «equilibrio en la naturaleza» que es sostenido por las especies y los ecosistemas.

4. Los ecocentristas dicen que «se deben respetar los ecosistemas y las especies por encima de los seres sintientes, incluida la vida de los seres humanos». Un ser tiene valor intrínseco cuando se puede valorar a sí mismo, para lo cual es necesario que tenga interés en ello, y esto sólo es posible si tiene una conciencia. Los ecosistemas y las especies no tienen intereses, pues son abstracciones o conceptos, son conjuntos, por lo tanto, ambos carecen de valor intrínseco. Si un ecosistema y una especie tienen valor es porque contienen seres con valor intrínseco, es por esta razón por la que los ecosistemas y las especies se deben subordinan a los intereses de dichos individuos, y no al revés. El deber se origina en los seres que tienen intereses[2], no de la arbitrariedad de los ecologistas. Es cierto que la superpoblación y la contaminación nos perjudica a todos los seres sintientes, pues daña el medio ambiente que nos da sustento (comida, agua, aire), pero parece que el medio más efectivo para lograr la reducción de la población mundial y de la contaminación es la concienciación, unida ésta a medidas políticas que presionen hacia dicha dirección en lugar de hacia el fomento de la natalidad[3] y de la contaminación.

5. Algunas personas dicen que «debemos conservar todos los ecosistemas y especies porque si alguno desaparece eso rompería el “equilibrio de la naturaleza”». Linkola y otros «ecologistas» hablan de «la armonía que existe en la naturaleza», de «un equilibrio que subyace en todo» y que es sostenido por las especies y por los ecosistemas. La idea de que existe un «equilibrio en la naturaleza» queda rebatida por el hecho de que todo es naturaleza[4] y de que el «equilibrio de la naturaleza» es un mito religioso, pues no existe ningún equilibrio en el todo, la Realidad es cambio[5].