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ARGUMENTO: "Las vidas de todas las personas son igual de valiosas"

RESUMEN: ¿Todas las conciencias son igual de valiosas? Éstas son las principales preguntas a las que aquí se debe responder.

Valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Aunque todas las personas, humanas y no humanas, deben ser respetadas, la vida de todas no son igual de valiosas si nos atenemos a un criterio éticamente relevante y objetivo. El criterio éticamente relevante y objetivo no puede ser otro que «las consecuencias que tiene su existencia para el avance hacia un mundo ético». Y un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados». Por lo tanto, no todas las muertes y no todos los asesinatos son igual de graves, dependerá de sus consecuencias.

Palabras clave: axiología, valor, valor de la vida

En un otro artículo demostré que objetivamente tiene más valor la vida de n+1 personas que la vida de n personas[1]. Sin embargo, en dicho artículo se desconocía la identidad de dichas personas, por lo tanto se asumía que todas las vidas valían lo mismo y de esa manera se podía comprobar que la cantidad de vidas importa éticamente. Ahora en este artículo voy a complicar las cosas añadiendo valor diferenciado a las vidas.

1. Algunas personas no conocen la diferencia entre el valor intrínseco y el valor instrumental. La axiología es la rama de la Filosofía que se encarga de estudiar científicamente el valor (lo bueno y su mejor reparto); la mayoría de las teorías éticas descansan en una teoría del valor. Las personas (sujetos) tienen un valor intrínseco porque al tener intereses se valoran a sí mismas, en cambio las cosas (objetos) tienen un valor instrumental porque al no tener intereses no se valoran a sí mismas.

2. Algunas personas no conocen la diferencia entre el valor subjetivo de la vida de alguien y el valor objetivo de la vida de alguien. La valoración subjetiva tiene que ver con el amor y con nuestras propias preferencias. Es un hecho que subjetivamente se puede valorar más la vida propia que la vida de otras personas. También es un hecho que subjetivamente se valore más la vida de quien mantiene con nosotros una relación de afecto, o la vida de alguien a quien admiramos, que la vida de un desconocido. En cambio, cuando científicamente se observa un hecho se busca la objetividad, es decir, se dejan al margen criterios subjetivos-privados como la opinión, el gusto y el amor, y en su lugar se usan criterios objetivos-públicos. Por ejemplo, usamos un criterio objetivo-público cuando la ley se aplica a todos por igual, en lugar de aplicarse más suavemente a quienes subjetivamente valoras más. Otro ejemplo: si para valorar microprocesadores usamos el criterio «velocidad de cálculo» entonces objetivamente tendrá más valor aquel microprocesador que calcule más rápido, de ahí que unos microprocesadores tengan un precio más elevado que otros. Por lo tanto, si vamos a valorar objetivamente algo o a alguien la pregunta es ¿valor usando qué criterio? La pregunta ética que nos hacemos es: ¿existe algún criterio objetivo para valorar la vida de las personas? A esta pregunta es a la que respondo al final de este artículo.

3. Algunas personas dicen que «valorar menos la vida de alguien (subjetivamente u objetivamente) implica no respetarle». En otro artículo ya expliqué que estas personas confunden valor con respeto: valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. A priori, debemos respetar a los demás, independientemente de que valoremos sus vidas más o menos[2]. Una valoración diferente de las vidas solo tiene importancia en situaciones extremas en las que se debe elegir qué vidas salvar.

4. Algunas personas dicen que «la vida de todas las personas tiene el mismo valor objetivo» o dicen que «todas las vidas tienen un valor inconmensurable», hacen una valoración no comparativa. La valoración no comparativa es usada tanto por algunos veganos como por algunos no veganos. Según esta idea, el valor intrínseco (o «valor inherente») de la vida de las personas no puede medirse ni subjetiva ni objetivamente, y dicen que vida de todas las personas vale lo mismo independientemente de la edad, comportamiento, fines, especie, etc. Por ejemplo, Thomas Regan, y otros como Luis Tovar en su blog Filosofía Vegana, dicen que subjetivamente tienen el mismo valor la vida de tus seres queridos que la vida de desconocidos. Y también dicen que objetivamente vale lo mismo la vida de una persona que quiere que el mundo sea ético que la vida de una persona que disfruta haciendo daño a los demás. En su ensayo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida», Óscar Horta señala lo absurda que es la valoración no comparativa diciendo que, según la valoración no comparativa: «si dos personas en un hospital necesitan un trasplante, y una es una persona joven de 15 años mientras que la otra tiene 98 y según el pronóstico médico morirá mañana de un cáncer avanzado, sería indiferente realizar el trasplante a una persona o a la otra». Si bien es cierto que el valor de las vidas no se puede medir de manera exacta, es un hecho que subjetivamente valoramos más unas vidas que otras, y también es un hecho que es posible usar un criterio para valorar las vidas objetivamente.

5. La defensa de la valoración no comparativa mantiene una relación con el rechazo al consecuencialismo. La valoración no comparativa tiene relación con el rechazo al consecuencialismo, es decir, con rechazar la responsabilidad de las omisiones a la hora de elegir aquello que tiene más valor[3].

6. Las valoraciones comparativas sostienen que objetivamente las vidas de las personas no poseen el mismo valor o que el interés de vivir no es el mismo. Las valoraciones comparativas no son especistas si consideran a todos individuos por igual, independientemente de su especie y de otras características éticamente irrelevantes.

7. Algunas personas valoran las vidas de las personas mediante el interés en seguir viviendo y relacionan éste interés con la conexión psicológica con su futuro. Por ejemplo, según Jeff McMahan el interés en seguir viviendo no es lo mismo que el valor de la vida. McMahan sostiene que el interés en seguir viviendo de una persona es el resultado del producto de dos cosas: (a) el valor que van a tener las experiencias que vivirá en el futuro y (b) la conexión psicológica que tiene con ellas. Esto es lo que lleva a McMahan a concluir que los seres humanos adultos tienen un interés en seguir viviendo mayor que el de un recién nacido o un feto a punto de nacer, pues asume que los adultos tienen una mayor conexión psicológica con su futuro. En marzo de 2010, se publicó el ensayo de Óscar Horta titulado «Interés en vivir y complejidad psicológica: un criterio transespecífico», en el cual responde a Jeff McMahan; en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida (II)» Óscar Horta lo resume así: «Cuando alguien tiene una mayor complejidad psicológica, tiene también una mayor posibilidad de que sus contenidos psicológicos (esto es, sus recuerdos, valores, personalidad, etc.) varíen. Ello hace que aunque en ese caso habrá más contenidos psicológicos conectados en el futuro, lo estarán probablemente en menor porcentaje que en el caso de alguien con una mente más simple. De este modo podría, suceder que quienes tengan una complejidad psicológica menor puedan tener una mayor conexión psicológica con su futuro en términos porcentuales. (Esto al margen de que la complejidad psicológica de toda una serie de humanos -y en particular de los bebés- sea menor que la de muchos animales adultos)».

8. Algunas personas dicen que «debemos valorar objetivamente según la capacidad para disfrutar». Por ejemplo, Óscar Horta en los apartados 8 y 9 de su artículo «Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida», considera que el criterio objetivo para valorar la vida de las personas es «su capacidad para disfrutar de su vida», y para ello tiene en cuenta tanto las capacidades cognitivas de la persona (enfoque sincrónico), como el tiempo estimado que le queda de vida (enfoque diacrónico). El problema que presenta este criterio es que no tiene en cuenta que una persona puede disfrutar de su vida a costa de impedir que disfruten otros de las suyas, lo cual restaría valor total al mundo y por lo tanto la haría menos valiosa.

9. El criterio objetivo para valorar objetivamente las vidas de las personas no puede ser otro que «las consecuencias que tiene su existencia para el avance hacia un mundo ético». Este criterio nos lleva a tener en cuenta tanto las consecuencias de la existencia de una persona (lo que hace), como las intenciones que dicha persona tiene (sus fines). La vida más valiosa será la de la persona que se comporta de manera éticamente correcta haciendo el mayor bien posible y que tiene como fin lograr un mundo ético. Y un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados». La vida menos valiosa será la de la persona que, aún teniendo capacidad para comprender la Ética, se comporta de manera éticamente incorrecta y tiene como fin seguir comportándose de manera éticamente incorrecta haciendo el mayor mal posible.