Este discurso fue pronunciado por el filósofo Tom Regan en el Royal Institute de Gran Bretaña, en el año 1989, como parte de un debate acerca de la cuestión: "¿Necesitan los animales una declaración de derechos?"
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"Los otros animales que los seres humanos comen, utilizan para la ciencia, cazan, atrapan y explotan en una gran variedad de maneras, poseen una vida propia que tiene importancia para ellos, aparte de la utilidad que pudieran tener para nosotros. Ellos no están simplemente en el mundo, sino que además son conscientes de ello y de lo que les ocurre. Y lo que les ocurre tiene importancia para ellos.
Cada uno de ellos tiene una vida, con experiencias mejores y peores para quien posee dicha vida. Al igual que nosotros, cada uno de ellos es una presencia única en el mundo. Al igual que nosotros, ellos son alguien, y no algo. Bajo esta perspectiva, los animales no humanos recluídos en laboratorios o en granjas son iguales que los seres humanos. Y es por esto que la ética acerca de nuestra relación con todos y cada uno de ellos debe estar basada en algunos de los mismos principios morales fundamentales.
A un nivel profundo, una ética humanitaria progresista está basada en el valor independiente de cada individuo. Tratar a los seres humanos de maneras que no respeten su valor inherente es reducirlos al estatus de instrumentos o cosas, es violar el más básico de los derechos humanos, el derecho a ser tratado con respeto.
La filosofía de los Derechos Animales sólo exige que la lógica sea respetada en cada argumento que al explicar razonadamente el valor inherente de los seres humanos implique también que otros animales poseen el mismo e igual valor. Y en cada argumento que al explicar razonadamente los derechos de los seres humanos a ser tratados con respeto también implique que otros animales tienen igualmente los mismos derechos y el mismo e igual valor.
Como resultado de una difusión informativa parcial -en el que este tipo de debates es una notable y valiosa excepción- el público en general tiende a ver a los defensores de los Derechos Animales en términos exclusivamente negativos: anti-intelectuales, anti-ciencia, anti-racionales, anti-humanos, en contra de la justicia y a favor de la violencia. Pero la verdad, como suele ocurrir, es justo lo contrario. La filosofía de los Derechos Animales está en el lado de la razón, porque no es racional discriminar arbitrariamente; y la discriminación contra los animales no humanos es demostrablemente arbitraria.
Está mal tratar a los seres humanos más débiles, especialmente a aquellos que están por debajo del coeficiente intelectual medio, como si fueran instrumentos o recursos. No puede ser racional, por tanto, tratar a otros animales como si fueran instrumentos o recursos si su inteligencia es igual o similar a la de aquellos seres humanos.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la ciencia. Esta filosofía es respetuosa con lo mejor de la ciencia en general, y de la biología evolutiva en particular. Los últimos avances nos muestran, en palabras de Darwin, que los seres humanos sólo difieren de los demás animales en grados y no en cualidades. Cuestión aparte de en dónde trazar la línea, es obvio que los animales usados en laboratorios, criados como alimento, y cazados por diversión, o por beneficio, sienten de una manera muy similar a la nuestra. Esto no es una fantasía. Esto es un hecho, demostrado por la ciencia.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la justicia. No estamos legitimados en violar los derechos de unos para que otros se beneficien de ello. La esclavitud sí permite eso. La explotación infantil lo permite. Pero no la filosofía de los Derechos Animales, cuyo principio más importante es la justicia.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor de la paz y en contra de la violencia. La demanda fundamental de esta filosofía es tratar a los seres humanos y a los demás animales con respeto. Es una filosofía de paz. Pero que exige la extensión de esta paz más allá de los límites de nuestra especie, la cual mantiene una guerra no declarada contra incontables millones de animales no humanos.
Estar verdaderamente a favor de la paz es estar firmemente en contra de la despiadada explotación.
Y respecto de lo que se suele oír, distorsionado por los medios de comunicación, sobre lo que alegan los oponentes de los Derechos Animales, se nos pone como objeción que igualamos animales y humanos cuando humanos y animales difieren en gran medida, pero claramente nosotros no estamos diciendo que humanos y otros animales sean lo mismo en todos los sentidos. Que gatos y perros pueden realizar cálculos matemáticos o que cerdos y vacas puedan disfrutar de la poesía. Lo que decimos es que, al igual que los humanos, muchos otros animales tienen experiencia de su propio bienestar. En este sentido, ellos y nosotros somos lo mismo. En este sentido, por tanto, a pesar de nuestras diferencias, ellos y nosotros somos iguales.
Tal vez se nos podría objetar que nosotros defendemos que cada humano y cada animal tengan los mismos derechos, que los pollos tengan derecho al voto y que los cerdos tengas derecho a recibir clases de baile; pero obviamente nosotros no decimos esto. Lo que estamos diciendo es que esos animales y los seres humanos comparten un mismo derecho moral básico. El derecho a ser tratado con respeto.
Se nos podría objetar que como los demás animales no respetan nuestros derechos entonces nosotros no tenemos obligación de respetar los suyos. Sin embargo, hay muchos seres humanos que tienen derechos pero que son incapaces de respetar los derechos de otros. Los niños pequeños, los trastornados o discapacitados mentales de todas las edades; en esos casos no alegamos que esté bien el tratarlos como herramientas o recursos, porque ellos no tienen en cuenta nuestros derechos. Al contrario, reconocemos que tenemos el deber de tratarlos con respeto.
Lo que es verdad en esos casos concernientes a seres humanos no lo es menos en los casos que conciernen a otros animales.
Se nos alega la objeción de que aunque fuera el caso de que los otros animales tienen derechos morales, hay cosas más importantes que merecen nuestra atención: el hambre en el mundo, y los abusos a niños, por ejemplo. Racismo, drogas, la violencia contra las mujeres, la situación de los sintecho. Solamente después de que hayamos solucionado estos problemas podremos ocuparnos de la cuestión de los Derechos Animales.
Esa objeción pasa por alto el hecho de que el movimiento por los Derechos Animales está compuesto en gran medida por gente que dedica su vida a atender a los seres humanos: médicos, enfermeros, profesionales de la salud, asistentes sociales, gente involucrada en ayudas a víctimas de abusos, profesores, educadores.
Y las vidas de todas esas personas demuestran que la elección que la gente debe hacer no está entre ayudar a los humanos o ayudar a otros animales. Cada uno de nosotros puede ayudar a ambos al mismo tiempo. Debemos ayudarles por igual.
La última objeción se basa en que nadie tiene realmente derechos, ya sea humano u otro animal, sino que lo bueno y lo malo son cuestiones que se juzgan a partir de lo que produzca las mejores consecuencias, teniendo en cuenta los intereses de cada implicado y considerando de manera igual intereses iguales. Esa filosofía moral -utilitarismo-, que cuenta con una larga y venerable historia, y a muchos influyentes hombres y mujeres entre sus adeptos, es un fraude moral y ya no es una postura sostenible, si es que alguna vez lo fue.
¿Es verdaderamente serio tener en consideración el interés de un violador en violar a su víctima antes de declarar la violación como inmoral? ¿Debemos tener en cuenta lo que supone para un pederasta el frustrar sus intenciones antes de condenar moralmente sus actos?; Asombrosamente, un utilitarismo coherente exige que sí los tengamos en cuenta, y de ese modo es rechazado por nuestra exigencia de racionalidad.
Respecto de la filosofía de los Derechos Animales: ¿sería ésta racional, imparcial, basada en la ciencia, a favor de la paz, y en contra de la injusticia? Para todas estas cuestiones la respuesta sería incondicionalmente afirmativa.
En cuanto a las objeciones que se esgrimen en contra de esta filosofía, sobre si aquellos que la defienden son capaces de ofrecer respuestas racionales y bien informadas, de nuevo la respuesta es sí. En una batalla de ideas, la filosofía de los Derechos Animales vence y sus críticos pierden. Así es como será reconocida, mientras emerge victoriosa en el actual debate entre lo es que justo y lo que no lo es."
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"Los otros animales que los seres humanos comen, utilizan para la ciencia, cazan, atrapan y explotan en una gran variedad de maneras, poseen una vida propia que tiene importancia para ellos, aparte de la utilidad que pudieran tener para nosotros. Ellos no están simplemente en el mundo, sino que además son conscientes de ello y de lo que les ocurre. Y lo que les ocurre tiene importancia para ellos.
Cada uno de ellos tiene una vida, con experiencias mejores y peores para quien posee dicha vida. Al igual que nosotros, cada uno de ellos es una presencia única en el mundo. Al igual que nosotros, ellos son alguien, y no algo. Bajo esta perspectiva, los animales no humanos recluídos en laboratorios o en granjas son iguales que los seres humanos. Y es por esto que la ética acerca de nuestra relación con todos y cada uno de ellos debe estar basada en algunos de los mismos principios morales fundamentales.
A un nivel profundo, una ética humanitaria progresista está basada en el valor independiente de cada individuo. Tratar a los seres humanos de maneras que no respeten su valor inherente es reducirlos al estatus de instrumentos o cosas, es violar el más básico de los derechos humanos, el derecho a ser tratado con respeto.
La filosofía de los Derechos Animales sólo exige que la lógica sea respetada en cada argumento que al explicar razonadamente el valor inherente de los seres humanos implique también que otros animales poseen el mismo e igual valor. Y en cada argumento que al explicar razonadamente los derechos de los seres humanos a ser tratados con respeto también implique que otros animales tienen igualmente los mismos derechos y el mismo e igual valor.
Como resultado de una difusión informativa parcial -en el que este tipo de debates es una notable y valiosa excepción- el público en general tiende a ver a los defensores de los Derechos Animales en términos exclusivamente negativos: anti-intelectuales, anti-ciencia, anti-racionales, anti-humanos, en contra de la justicia y a favor de la violencia. Pero la verdad, como suele ocurrir, es justo lo contrario. La filosofía de los Derechos Animales está en el lado de la razón, porque no es racional discriminar arbitrariamente; y la discriminación contra los animales no humanos es demostrablemente arbitraria.
Está mal tratar a los seres humanos más débiles, especialmente a aquellos que están por debajo del coeficiente intelectual medio, como si fueran instrumentos o recursos. No puede ser racional, por tanto, tratar a otros animales como si fueran instrumentos o recursos si su inteligencia es igual o similar a la de aquellos seres humanos.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la ciencia. Esta filosofía es respetuosa con lo mejor de la ciencia en general, y de la biología evolutiva en particular. Los últimos avances nos muestran, en palabras de Darwin, que los seres humanos sólo difieren de los demás animales en grados y no en cualidades. Cuestión aparte de en dónde trazar la línea, es obvio que los animales usados en laboratorios, criados como alimento, y cazados por diversión, o por beneficio, sienten de una manera muy similar a la nuestra. Esto no es una fantasía. Esto es un hecho, demostrado por la ciencia.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la justicia. No estamos legitimados en violar los derechos de unos para que otros se beneficien de ello. La esclavitud sí permite eso. La explotación infantil lo permite. Pero no la filosofía de los Derechos Animales, cuyo principio más importante es la justicia.
La filosofía de los Derechos Animales está a favor de la paz y en contra de la violencia. La demanda fundamental de esta filosofía es tratar a los seres humanos y a los demás animales con respeto. Es una filosofía de paz. Pero que exige la extensión de esta paz más allá de los límites de nuestra especie, la cual mantiene una guerra no declarada contra incontables millones de animales no humanos.
Estar verdaderamente a favor de la paz es estar firmemente en contra de la despiadada explotación.
Y respecto de lo que se suele oír, distorsionado por los medios de comunicación, sobre lo que alegan los oponentes de los Derechos Animales, se nos pone como objeción que igualamos animales y humanos cuando humanos y animales difieren en gran medida, pero claramente nosotros no estamos diciendo que humanos y otros animales sean lo mismo en todos los sentidos. Que gatos y perros pueden realizar cálculos matemáticos o que cerdos y vacas puedan disfrutar de la poesía. Lo que decimos es que, al igual que los humanos, muchos otros animales tienen experiencia de su propio bienestar. En este sentido, ellos y nosotros somos lo mismo. En este sentido, por tanto, a pesar de nuestras diferencias, ellos y nosotros somos iguales.
Tal vez se nos podría objetar que nosotros defendemos que cada humano y cada animal tengan los mismos derechos, que los pollos tengan derecho al voto y que los cerdos tengas derecho a recibir clases de baile; pero obviamente nosotros no decimos esto. Lo que estamos diciendo es que esos animales y los seres humanos comparten un mismo derecho moral básico. El derecho a ser tratado con respeto.
Se nos podría objetar que como los demás animales no respetan nuestros derechos entonces nosotros no tenemos obligación de respetar los suyos. Sin embargo, hay muchos seres humanos que tienen derechos pero que son incapaces de respetar los derechos de otros. Los niños pequeños, los trastornados o discapacitados mentales de todas las edades; en esos casos no alegamos que esté bien el tratarlos como herramientas o recursos, porque ellos no tienen en cuenta nuestros derechos. Al contrario, reconocemos que tenemos el deber de tratarlos con respeto.
Lo que es verdad en esos casos concernientes a seres humanos no lo es menos en los casos que conciernen a otros animales.
Se nos alega la objeción de que aunque fuera el caso de que los otros animales tienen derechos morales, hay cosas más importantes que merecen nuestra atención: el hambre en el mundo, y los abusos a niños, por ejemplo. Racismo, drogas, la violencia contra las mujeres, la situación de los sintecho. Solamente después de que hayamos solucionado estos problemas podremos ocuparnos de la cuestión de los Derechos Animales.
Esa objeción pasa por alto el hecho de que el movimiento por los Derechos Animales está compuesto en gran medida por gente que dedica su vida a atender a los seres humanos: médicos, enfermeros, profesionales de la salud, asistentes sociales, gente involucrada en ayudas a víctimas de abusos, profesores, educadores.
Y las vidas de todas esas personas demuestran que la elección que la gente debe hacer no está entre ayudar a los humanos o ayudar a otros animales. Cada uno de nosotros puede ayudar a ambos al mismo tiempo. Debemos ayudarles por igual.
La última objeción se basa en que nadie tiene realmente derechos, ya sea humano u otro animal, sino que lo bueno y lo malo son cuestiones que se juzgan a partir de lo que produzca las mejores consecuencias, teniendo en cuenta los intereses de cada implicado y considerando de manera igual intereses iguales. Esa filosofía moral -utilitarismo-, que cuenta con una larga y venerable historia, y a muchos influyentes hombres y mujeres entre sus adeptos, es un fraude moral y ya no es una postura sostenible, si es que alguna vez lo fue.
¿Es verdaderamente serio tener en consideración el interés de un violador en violar a su víctima antes de declarar la violación como inmoral? ¿Debemos tener en cuenta lo que supone para un pederasta el frustrar sus intenciones antes de condenar moralmente sus actos?; Asombrosamente, un utilitarismo coherente exige que sí los tengamos en cuenta, y de ese modo es rechazado por nuestra exigencia de racionalidad.
Respecto de la filosofía de los Derechos Animales: ¿sería ésta racional, imparcial, basada en la ciencia, a favor de la paz, y en contra de la injusticia? Para todas estas cuestiones la respuesta sería incondicionalmente afirmativa.
En cuanto a las objeciones que se esgrimen en contra de esta filosofía, sobre si aquellos que la defienden son capaces de ofrecer respuestas racionales y bien informadas, de nuevo la respuesta es sí. En una batalla de ideas, la filosofía de los Derechos Animales vence y sus críticos pierden. Así es como será reconocida, mientras emerge victoriosa en el actual debate entre lo es que justo y lo que no lo es."
Traducido por Luis Tovar.
Fuente: filosofiavegana.blogspot.com - La cuestión de los Derechos Animales
Fuente original: veganireland.vegaplanet.org - A case for Animal Rights
NOTAS Y REFERENCIAS
RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que se compartan todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista.