ARGUMENTO: "Si tu supervivencia dependiera de ello matarías a quien fuera"
RESUMEN: ¿Es éticamente correcto matar a otros seres sintientes con la finalidad de sobrevivir? ¿Puede estar justificado hacer algo éticamente incorrecto por supervivencia? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí voy a responder.
Si no nos encontramos en una situación de supervivencia entonces no se infiere lógicamente la necesidad de matar a otros seres sintientes, pues podemos elegir una alimentación vegana. Matar a quien quiere seguir viviendo es éticamente incorrecto siempre. Quienes son «deontologistas» no deberían matar a nadie, ni siquiera con la finalidad de sobrevivir. En cambio, quienes somos consecuencialistas podemos estimar que
matar para sobrevivir tendrá unas consecuencias menos malas que elegir morir de
hambre o morir a causa de una agresión.
Palabras clave: supervivencia
1. Algunas personas no saben qué es una «situación de supervivencia». Decimos que alguien se encuentra en una «situación de supervivencia» o «situación de necesidad»
cuando su salud y su vida están en
peligro. Las situaciones de supervivencia deben ser prevenidas para que no se produzcan. Cuando nos dicen que alguien está en una situación de supervivencia lo habitual es que pensemos en la escasez de alimentos, pero también
alguien está en una situación de supervivencia cuando tiene un grave problema de salud y también cuando se tiene que defender de una agresión.[1] No es una situación de supervivencia un programa de televisión en el que, para conseguir audiencia, se simula una situación de supervivencia para asesinar a otros seres sintientes. Por ejemplo, no es una situación de supervivencia lo que se ve en el programa de televisión «Man vs. Wild» («El último superviviente» en España o «A prueba de todo» en Latinoamérica), ni «La Isla», etc. Todos estos programas deberían ser ilegalizados o deberían realizarse sin asesinar a los demás seres sintientes. Por otro lado, en el ámbito legal, algunos de estos programas de televisión podrían estar violando la legislación antropocentrista sobre maltrato animal, pues realizan matanzas de animales fuera de los lugares que especifica la ley y de manera ilegal.
2. Algunas personas dicen que «comer carne es lo mismo que asesinar». Sabemos que la Regla de Oro de la Ética es: A priori, los intereses no deben ser frustrados.[2] Comer carne puede resultarnos asqueroso, pero al hacerlo no se están frustrando los intereses de nadie, por lo tanto es éticamente correcto.[3] Si los veganos rechazamos que se coma carne no es por la carne en sí, sino porque alguien la compra y comprarla implica fomentar el asesinato de otros seres sintientes en granjas, en mataderos, en barcos pesqueros, etc. Además, aunque la carne sea obtenida de un contenedor de basura o de un animal que encontramos muerto en la carretera o en el campo, es muy mala estrategia que un vegano la coma porque transmite un mensaje confuso a la sociedad y da a entender que necesitamos carne para estar sanos, lo cual no es cierto.[4]
3. Algunas personas dicen que «no debemos respetar a los demás seres sintientes porque en una situación de supervivencia mataríamos a quien fuera necesario». Estas personas usan un argumento falaz, pues si no nos encontramos en una situación de supervivencia entonces no se infiere lógicamente la necesidad de matar a otros seres sintientes. Este argumento falaz guarda relación con el argumento de la potencialidad[5], según el cual debemos actuar en el presente como si estuviera ocurriendo una supuesta situación futura.
4. Algunas personas dicen que «en una situación de supervivencia no debemos matar a nadie, aunque eso implique morir». Estas personas suelen ser «deontologistas» que afirman que «ningún fin justifica usar medios éticamente incorrectos». Sabemos que matar a quien quiere seguir viviendo es éticamente incorrecto siempre[6], por lo tanto es cierto que a priori no debe matarse a nadie; sin embargo, cuando reconocemos que existe una relación causa-efecto entre las omisiones y lo que sucede debido a ellas estamos reconociendo que un fin justo puede justificar medios éticamente incorrectos si mediante ellos se estiman consecuencias menos malas que no utilizándolos, es decir, que la Ética es consecuencialista.[7] Por ejemplo, somos consecuencialistas cuando nos defendemos de un agresor, pero también somos consecuencialistas cuando estimamos que agredir a alguien para no morir de hambre es menos malo que morir de hambre. Podríamos estimar que la desaparición de un activista perjudica el avance de la Ética, o que dejarse morir de hambre en lugar de sobrevivir daría un mensaje fanático sobre la Ética y el veganismo.
El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico de la respuesta humana a la cautividad, en particular a las circunstancias reales de la vida en prisión y los efectos de los roles sociales impuestos en la conducta. Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos y se canceló en la primera semana.
Las preocupaciones éticas que envuelven a los experimentos famosos a menudo establecen comparaciones con el experimento de Milgram, que fue llevado a cabo en 1963 en la Universidad de Yale por Stanley Milgram, un antiguo amigo de Zimbardo.
¿Sabemos de qué seríamos capaces en una situación extrema a la que nunca nos hubiéramos enfrentado? ¿Somos realmente quienes creemos que somos? En el siguiente video Eduard Punset habla con Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford y autor del famoso y macabro experimento de la prisión de Stanford, realizado en los años 70 para estudiar la reacción de unas cuantas personas recluidas en un lugar hostil y sometidas a duras circunstancias.
El libro y película «Viven» narra los hechos reales ocurridos en las montañas de los Andes tras un accidente aéreo. Los supervivientes tuvieron que comer carne humana para sobrevivir[1]:
«El viernes 13 de Octubre de 1972 un avión uruguayo, que llevaba 45 pasajeros a Chile, de los cuales muchos eran estudiantes y jugadores de un equipo de rugby, se estrelló en la Cordillera de los Andes.
Doce murieron a causa de la caída, los sobrevivientes a esta tuvieron que soportar entre otras cosas a la temible Cordillera, treinta grados bajo cero durante las noches y al hambre.
Trataron de resistir con las escasas reservas alimenticias que poseían, esperando ser rescatados, pero su esperanza cayó al enterarse por una radio, que se había abandonado la búsqueda.
Finalmente hartos de las bajísimas temperaturas, los amenazadores aludes, angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del rescate, dos muchachos deciden cruzar las inmensas montañas para así llegar a Chile.
De esta manera es como el 22 de diciembre de 1972, después de haber estado durante 72 días aislados de todo, el mundo se entera que dieciséis vencieron a la muerte en la Cordillera de los Andes.»
Supervivencia en el mar
Otra experiencia aún más extrema es la que se nos cuenta en el siguiente documental: