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ARGUMENTO: “Es éticamente correcto explotar y matar a los animales porque no son humanos”

RESUMEN: ¿Debemos respetar a quienes son humanos porque son humanos? ¿no debemos respetar a quienes no son humanos porque no son humanos? ¿Qué es un argumento circular? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.

El hecho de pertenecer a la especie humana no lleva consigo ningún status ético especial. El especismo es una discriminación arbitraria que, como todas las demás discriminaciones, viola el Principio de Igual Consideración de Intereses. La discriminación especista no considera por igual los intereses de alguien sólo por el hecho de que pertenece a una especie determinada, lo cual es arbitrario. La crítica al especismo no nos da la razón por la que debemos respetar a los demás, sino que nos muestra que por la misma razón que respetamos a los individuos de la especie humana debemos respetar a los individuos de otras especies. La crítica al especismo es válida desde cualquier planteamiento ético que hayamos asumido.

Palabras clave: discriminación, especismo

Quienes son de la especie humana no deben ser respetados por ser de la especie humana, como defiende el antropocentrismo[1], sino porque si un ser tiene una conciencia entonces tiene intereses respecto a lo que siente; esta idea se llama sensocentrismo[2]. No considerar los intereses de todos los seres sintientes por igual, sea para bien o para mal, viola el Principio de Igual Consideración de Intereses, lo cual produce todo tipo de discriminaciones arbitrarias[3]. Por otro lado, el bien y el mal son hechos objetivos: la satisfacción y la frustración de intereses respectivamente[4]. Si tratamos a alguien como no quiere ser tratado entonces le maltratamos, por ejemplo si agredimos a alguien o decidimos que muera quien quiere seguir viviendo. En base a la existencia del bien y del mal, inferimos el deber y la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados»[5].

Algunas personas dicen que no debemos considerar por igual los intereses de los humanos y de quienes no son humanos. Estas personas dicen que satisfacer un gusto culinario, estético, de ocio o de investigación justifica que alguien sea explotado y matado, pero sólo en el caso de que la víctima no sea de la especie humana. Estas personas violan el Principio de Igual Consideración de Intereses[3] produciendo una discriminación arbitraria llamada especismo, que en este caso concreto es especismo antropocéntrico, pues su origen está en la defensa del antropocentrismo[1]. La discriminación especista no considera por igual los intereses de alguien por su pertenencia a una especie determinada, lo cual es arbitrario. También existe un tipo de especismo llamado «especismo de las preferencias» que consiste en establecer subcategorías de no humanos a los que se les aplica diferente consideración de intereses: para animales de unas especies se reclaman derechos (primates, delfines, etc.), para otros sólo reducir su sufrimiento (animales «de granja»), para otros nada (peces), y otros son despreciados (invertebrados). A rechazar el especismo se le llama «antiespecismo», y «antiespecistas» a quienes luchan contra dicha discriminación arbitraria. El especismo mantiene una relación con la creencia en la «naturaleza de los seres»[6], tal y como explica David Oliver en su artículo «¿Qué es el especismo?».


El especismo queda en evidencia si se supone la existencia de extraterrestres de una especie no humana. Un ejemplo con el que fácilmente podemos darnos cuenta de la existencia de la discriminación especista y de su irracionalidad es imaginando que unos extraterrestres de otra especie se presentaran ante los humanos en son de paz y que algunos humanos dijeran que no debemos respetarles porque son de otra especie. En el supuesto caso de que existieran individuos de una especie (o cualquier otra característica arbitraria: raza, nacionalidad, planeta, etc.) que fueran mucho más poderosos e inteligentes que los individuos de la nuestra no nos parecería justo que estos considerasen de manera desigualitaria los intereses de quienes pertenecen a otras especies, pues eso incluiría a la especie humana. Tom Regan (1938-) lo explica así en su artículo «Ganancias mal adquiridas»[1]:


Tras la violación del Principio de Igual Consideración de Intereses, que implica la discriminación especista, se esconde la idea de que tener el poder es tener la razón. En el fondo, quienes defienden el especismo se apoyan en el hecho de que los individuos de la especie humana a la que pertenecen es, en conjunto, la más poderosa en cuanto a la capacidad para dominar a otros, es una discriminación oportunista para intentar legitimar el poder del fuerte sobre el débil. Dicho mecanismo ideológico también es utilizado entre humanos usando otras discriminaciones arbitrarias.




Discriminación (Link)

Algunas personas dicen que como quienes no son humanos son especistas entonces es éticamente correcto que los humanos también lo seamos. Estas personas cometen dos errores. El primero es creer que quienes no son humanos son especistas y el segundo afirmar que eso justificaría imitarles. Quienes no son humanos no son especistas, sino egoístas. Lo explica Óscar Horta en su artículo «Acerca de la idea (errónea) de que los animales no humanos son especistas»: «los animales no humanos no actúan, por lo normal, conforme a lo que sería una posición especista. Es así de simple. La idea de que actúan buscando favorecer a los animales de su propia especie por encima de los demás es incorrecta. O por lo menos lo es en la gran mayoría de los casos. La realidad es que un inmenso número de animales actúan movidos únicamente por el interés propio», es decir, por egoísmo. De todas formas, incluso aunque todos los animales no humanos fueran especistas, ello no sería una razón válida para que los seres humanos también lo fueran, pues como demostré en otro artículo: la Ética no consiste en imitar, sino en hacer lo éticamente correcto[6].

Algunas personas dicen que rechazar el especismo nos lleva a valorar a todos los seres sintientes por igual. Esta idea se origina en el error de confundir el respeto con el valor: si bien debemos respetar a todos por igual, eso no quiere decir que las vidas de todos a los que respetamos tengan igual valor subjetivo y objetivo. Así lo explica Peter Singer (1946-) en su libro «Liberación Animal»: «Esto no significa que para evitar el especismo, tengamos que mantener que es igualmente condenable matar a un perro que matar a un ser humano normal. La única postura irremediablemente especista es aquella que sitúa el limite del derecho a la vida exactamente donde está el de nuestra propia especie». En otro artílo demuesto que el criterio objetivo para valorar la vida de los seres sintientes no puede ser otro que «su aportación para el avance hacia un mundo ético»[7].

Algunos veganos dicen que ser antiespecista implica respetar a quienes no son humanos. Estas personas confunden el rechazo a la discriminación arbitraria con el respeto que nos exige la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados»[5]. Una discriminación arbitraria es una diferente consideración de intereses iguales sin una razón que lo justifique. Esto quiere decir que si se consideran igual de mal o igual de bien los intereses de los seres sintientes entonces no hay ninguna discriminación arbitraria. Por lo tanto el antiespecismo no juzga los hechos como éticamente correctos o incorrectos, sino que sólo denuncia una incoherencia: una desigual consideración de los intereses por ser de diferente especie. Por ejemplo, si alguien trata igual de mal a humanos y a quienes no son humanos entonces no estaría siendo especista, pero no les estaría respetando. Por eso, la denuncia del especismo, y de cualquier otra discriminación arbitraria, debe hacerse aceptando previamente la Regla de Oro de la Ética, la cual lleva a la práctica del veganismo.