ARGUMENTO: “Omitir auxilio es éticamente correcto, no tenemos la obligación de ayudar”
RESUMEN: ¿Es éticamente correcto elegir no ayudar a quien necesita nuestra ayuda para poder seguir viviendo? ¿somos responsables de las consecuencias de elegir «no hacer nada»? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.
Actualmente la mayoría de personas aceptan que si perjudicamos a otra persona de tal manera que la ponemos en una situación de peligro en la que su salud y/o vida quedan amenazadas entonces nos hacemos responsables de lo que a continuación a dicha persona la suceda. Si tenemos la posibilidad de prestar auxilio a dicha persona, pero elegimos «no hacer nada», es decir, si omitimos auxilio, entonces somos responsables de las consecuencias de dicha elección. Si la persona a la que hemos perjudicado muere porque elegimos negarle el auxilio entonces cometemos un asesinato por omisión, en el caso de no existir una razón que lo justifique. Algunas personas aceptan esta idea, pero excluyen el deber de prestar auxilio cuando no fuimos responsables de la situación de peligro en la que se encuentra dicha persona. Estas personas sostienen esta excepción defendiendo que no somos responsables de elegir «no hacer nada», pues dicen que no existe una relación causa-efecto entre elegir «no hacer nada» y las cosas que suceden; esta excepción no es cierta, pues nuestras elecciones siempre forman parte, en menor o mayor grado, de las causas de lo que sucede. Como existe una relación de causa-efecto entre lo que elegimos hacer o no hacer y lo que les ocurre a los demás entonces tenemos, a priori, el deber de prestarles auxilio por la misma razón que tenemos el deber de respetarles. No es una cuestión de caridad ni de solidaridad, sino una obligación. Toda ideología que defiende el asesinato debe ser éticamente rechazada y políticamente prohibida. Ideologías como el liberalismo, el anarcocapitalismo, etc. consideran éticamente correcto el asesinato por omisión, por lo tanto deben ser rechazadas y prohibidas.
Se debe respetar a los demás. Es un hecho que a cualquier persona se le hace un mal (se la perjudica en acto) cuando sus intereses son frustrados y a cualquier persona se la hace un bien (se la beneficiada en acto) cuando sus intereses son satisfechos[1]. A partir de estos hechos podemos inferir lógicamente la Regla de Oro de la Ética, la cual nos prescribe la norma: «a priori, los intereses no deben ser frustrados», que es lo que quiere decir que «se debe respetar a los demás»[2].
Por ejemplo, no se debe matar a quien tiene interés en seguir viviendo. Por ello las normas éticas deben defenderse, pues no son una opción personal[3]. Las normas éticas imponen límites racionales a la libertad y esos límites debe reflejarse en Política mediante prohibiciones (leyes), por mucho que lo rechacen quienes usan la falacia de la libertad[4].
La causalidad es la relación necesaria que se establece entre dos sucesos
secuenciales donde uno de ellos es la causa que produce el otro
(causa-efecto). Reconocer la existencia de causalidad es reconocer que existe una relación de interacción entre seres diferentes, por lo tanto lo que le ocurre a un ser puede ser a causa de otro. En términos éticos, la causalidad significa que existe una relación entre las elecciones de una conciencia y las consecuencias que dichas elecciones tienen sobre los demás. Por ejemplo, si un conductor golpea sin querer a
un motorista entonces podemos
afirmar que la acción realizada por el conductor fue la causa de que el motorista fuera golpeado; además, si el conductor eligió golpear al motorista entonces el conductor fue la causa intencional por la que el motorista fue golpeado; y además, si el conductor es un agente ético (persona consciente de sus obligaciones éticas) entonces es responsable de los daños que ha producido al motorista: existe una relación causa-efecto entre elegir y lo que sucede. Si alguien es responsable de una acción éticamente incorrecta, como golpear a un motorista, entonces puede ser declarado culpable y castigado por ello[3] si se estiman mejores consecuencias que no castigándole. Por lo tanto, no somos responsables de aquellos sucesos con los que no establecemos una relación de causa-efecto. Aunque tiene las mismas consecuencias para la víctima, éticamente es
más grave un perjuicio intencionado que uno accidental, pues en el caso que hay intencionalidad hay maldad y en el caso que no hay intencionalidad no hay maldad.
Algunas personas dicen que no existe una relación causa-efecto entre lo que elegimos «no hacer» y lo que sucede, y por lo tanto dicen que no tenemos el deber de prestar auxilio en ningún caso, dicen que es voluntario ayudar (caridad y solidaridad). Para ilustrar esto vamos a hacer una pequeña modificación en el dilema del tranvía[5] y convertirlo en el dilema del tranvía con final feliz, eliminado a la persona que estaba atada en la vía alternativa. Según estas personas, si elegimos «no hacer nada» esa no será la causa por la que dicho tren atropelle a cinco personas. Como dicen que no existe una relación causa-efecto entre lo que elegimos y lo que sucede, afirman que no tenemos el deber ético de pulsar el botón, sino que dicen que es una elección personal según el gusto de cada cual. Esto lo dicen para no estar obligados a pagar impuestos para salvar vidas. Por ejemplo, Jorge Valín, anarcocapitalista y seguidor de la Escuela Austriaca de economía, dice que en ningún caso
tenemos obligación ética de prestar auxilio porque dice que no hay
correlación causa-efecto entre poner en peligro a una persona y
socorrerla, dice: «una cosa es poner en peligro a alguien y otra
socorrerla. Son actos separados que no derivan el uno del
otro. La unión de ambos, es totalmente artificial», y dice que dicha
idea es una relación arbitraria e inventada para defender derechos
positivos, propios de los planteamientos colectivistas y socialistas(3) que aquí defendemos. Algunas de estas personas hablan de la «culpabilidad de asesinato de
quien no tenía el deber de ayudar», culpabilizando a quien supuestamente
actuó de manera éticamente correcta al omitir auxilio, por lo que se contradicen. El error de estas personas es negar la existencia de la causalidad intencional en las relaciones causa-efecto. Eliminar la causalidad intencional elimina la diferencia entre acción intencionada y acción no intencionada, por lo que ambas acciones serían éticamente iguales. El hecho es que le intencionalidad existe, por lo tanto estas personas niegan la realidad. A
continuación ponemos algunos ejemplos de asesinatos por omisión:
Por ejemplo, si un individuo A se encuentra a un individuo B que está ahogándose en una pequeña piscina entonces el individuo A no es la causa que ha producido la situación en la que se encuentra el individuo B (pudo haberse caído, otra persona le empujo, etc.), pero ¿será el individuo A la causa de su muerte si no le presta auxilio? El individuo B
morirá ahogado -en este caso suponemos que es claro que esto ocurrirá-, o salvará la vida dependiendo de si el individuo A decide prestarle o no prestarle auxilio:
a) Si el individuo A decide prestar auxilio al individuo B entonces su decisión será la causa final que
producirá la salvación del individuo B, es decir, el individuo A será responsable de que el individuo B no haya muerto ahogado.
b) Si el individuo A decide no prestar auxilio al individuo B entonces su decisión será la causa final que producirá la muerte del individuo B, es decir, el individuo A será responsable de que el individuo B haya muerto ahogado.
Esto que acabamos de decir es aplicable tanto si el individuo B se está ahogando en una pequeña piscina como si está preso en una trampa que alguien puso. El individuo A será culpable de omisión de auxilio con resultado de muerte en el caso de que carezca de una razón de peso que justifique haber elegido que el individuo B muriera en lugar de que viviera.
Cuando decidimos “no hacer nada”, porque queremos que ello resulte en un respeto a los demás, esa acción tiene un
efecto: los demás siguen disfrutando de su integridad física, y somos responsables de ese respeto. Igualmente, cuando decidimos “no hacer nada”, porque no nos importa que otro individuo muera ahogado, y esa acción tiene un efecto sobre él: la muerte, entonces somos responsables de ella, pues somos la causa final de ese estado de las cosas.
Veneno en un vaso de agua
Alicia desconoce
que el vaso de agua que se dispone a beber contiene un veneno mortal. Juan está presente y sabe lo que el agua contiene, pero decide omitir dicha información a Alicia. Alicia bebe todo el contenido del vaso y muere. Podemos afirmar que la causa que produjo la muerte de Alicia fue que bebió un veneno, pero eso ocurrió porque Juan no informó a Alicia de la presencia del veneno, es decir, la omisión de Juan fue la causa que desembocó en la muerte de Alicia. Juan asesinó a Alicia por omisión.
La avioneta
Una avioneta está volando con varias personas a bordo, todo es normal hasta que el piloto comienza a sentir que no se encuentra bien y decide ir al servicio. El piloto cede el control de mandos al piloto de reserva. El piloto de reserva se sienta en la cabina y decide “no hacer nada”. La avioneta pierde la estabilidad y termina estrellándose contra el suelo. Todos mueren en el accidente. ¿Cuál fué la causa que produjo el accidente? ¿hay algún responsable de dichas muertes? Evidentemente, la causa de que la avioneta perdiera la estabilidad y de que ésta se estrellara contra el suelo, fue que el piloto de reserva decidió quedarse quieto en lugar de pilotar, la fuerza de la gravedad hizo el resto. Podemos afirmar que el piloto de reserva cometió un asesinato por omisión. Este ejemplo también muestra que no es necesario ser el creador de una situación de auxilo (la avioneta la despegó otro piloto) para ser responsables de las consecuencias de “no hacer nada”. La moraleja que sacamos de esta historia es que quedándonos quietos, “no haciendo nada”, también podemos asesinar a los demás, y que eso es independiente de haber o no haber sido responsable de que se produjera la situación de necesidad.
La alimentación de un bebé
Una mujer que vive con un bebé decide “no hacer nada” y deja de alimentarlo. Al cabo de unos días, el bebé muere a causa de la desnutrición. Por lo tanto, la causa de la desnutrición del bebé es que la mujer no lo alimentó. Si la mujer conocía cuáles serían las consecuencias de sus actos entonces podemos afirmar que la mujer decidió que dicho bebé muriera, es decir, la mujer ha cometido un asesinato por omisión.
La pobreza
Cada día miles de humanos que tuvieron la mala suerte de nacer en el lugar equivocado viven en la pobreza absoluta y mueren por falta de recursos materiales y económicos, a pesar de existir recursos materiales disponibles para que dichas personas no muriesen. Quienes tenemos recursos materiales y económicos solemos creer, refugiándonos en la sociedad, que no somos responsables de dichas muertes, pues siempre son otros quienes son los responsables. Lo cierto es que si las sociedades ricas se tomaran en serio dichas muertes entonces existirían políticas serias para evitarlas. Como dicha voluntad social y, por lo tanto, política no existe entonces podemos decir que dichas sociedades están basadas en el asesinato por omisión.
El régimen de Rajoy (Partido Popular) asesinó por omisión a 4000 enfermos de hepatitis C, al restringir el acceso a los fármacos de última generación que estos necesitaban, pese a estar ya aprobados. Debido a ello, el 12 de enero de 2015 la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C (PLAFHC) presentó una querella contra Ana Mato, exministra de Sanidad. Según explicó el presidente de esta plataforma, Mario Cortés, en declaraciones a Europa Press, acusó a Mato de «omisión del deber de socorro» por 4000 fallecimientos de pacientes, y el agravamiento de otros muchos, que se podrían haber salvado mediante el uso del medicamento sofosbuvir (comercializado por Gilead como «Sovaldi») y aseguró que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) le había dado el visto bueno. Fuente: elmundo.es
El régimen de Rajoy causa un genocidio de 4000 muertos (Link)
Algunas personas dicen que sólo estamos éticamente obligados a prestar auxilio a las personas con las que hemos creado una relación de «causa-responsabilidad» y que dicha relación se establece cuando somos la causa por la que dichas personas necesitan auxilio. Por ejemplo, el anarcocapitalista Albert Esplugas considera que sólo estamos éticamente obligados a prestar ayuda a una persona (tiene el «derecho positivo» a ser ayudada) si somos la causa por la que dicha persona necesita dicha ayuda. Algunos ejemplos de relación «causa-responsabilidad» que ponen dichas personas son los siguientes: la responsabilidad parental, auxiliar a quien hemos producido un accidente de tráfico, desviar el tren si fuimos quien ató personas a la vía, etc. Consideran que si no se presta auxilio en dichos casos entonces se mata a otra persona por omisión (asesinato por omisión), y estamos de acuerdo en eso. El error de estas personas es no comprender qué es una relación causa-efecto, por eso reconocen su existencia en unos casos y no en otros. Si, ante la situación de peligro en la que se encuentra una persona, alguien no la presta auxilio, siempre se establece una relación causa-efecto entre lo omitido y lo que habría ocurrido sin dicha omisión, independientemente de cómo se llegó a dicha situación de peligro. La idea errónea de considerar éticamente correcto negar auxilio a quien no lo necesita por nuestra culpa está siendo promovida (a conciencia o por desconocimiento) dentro del movimiento vegano por algunos liberales y algunos anarquistas, por ejemplo, las siguientes personas, blogs y organizaciones:
A pesar de que el liberalismo (liberalismo cásico, anarcocapitalismo, libertarismo, objetivismo, etc.) y el anarquismo chocan en el tema de la propiedad privada, comparten la idea de «no agresión» o «no violencia» y de exaltación de la libertad[5]. Dan una definición de «violencia» que sólo considera violencia las acciones directas sobre los demás, no así las consecuencias que las omisiones tienen sobre ellos. Ambas corrientes políticas rechazan la idea de que exista la obligación ética de prestar auxilio, y en su lugar defienden las ideas de voluntariedad, caridad y solidaridad. El liberalismo en todas sus corrientes rechaza la obligación ética de prestar auxilio porque aceptarla implicaría la obligación ética y legal de pagar impuestos al Estado para proteger el derecho a la salud/vida de las personas mediante servicios públicos (un fin justo justifica los medios). El anarquismo, y también el liberalismo anarcocapitalista, rechazan la obligación ética de
prestar auxilio porque aceptarla implicaría reconocer la necesidad de una institución
social (Estado) que amenace con el castigo (económico, cárcel, etc.) a quien elija que otros mueran por no prestarles auxilio físico o económico. Liberales y anarquistas introducen estas ideas en el movimiento vegano, a veces de manera sutil:
- Denunciando sólo el maltrato producido por la opresión (discriminación y maltrato institucionalizado contra un determinado colectivo), pero no aquel maltrato debido a otras causas.
- Rechazando la palabra «maltrato», pues ésta abarca más casos de los que ellos quieren denunciar.
- Exigir, para quienes no son humanos, que sólo se les reconozca el derecho a no ser una propiedad humana.
- [Otras que iré añadiendo].
Gary Francione y su blog «Animal Rights: The Abolitionist Approach»
Pregunta 17: Si los animales tienen derechos, ¿no significa esto que tenemos que intervenir para evitar que unos animales maten a otros animales, o que debemos actuar afirmativamente para evitar daños a los animales que vengan de cualquier otra fuente?
Respuesta de Gary Francione: No. El derecho básico a no ser tratado como una cosa significa que no debemos tratar a los animales exclusivamente como medios para fines humanos, al igual que no debemos tratar a otros seres humanos exclusivamente como medio para los fines de otros seres humanos. A pesar de que tenemos leyes que impiden a las personas poseer a otros seres humanos, o su utilización sin consentimiento como sujetos biomédicos, por lo general no requieren que los seres humanos prevengan el daño a otros seres humanos en todas las situaciones. Ninguna ley obliga a que Jane prevenga a Simon de infligir daño a John, siempre y cuando Jane y Simon no son cómplices en un delito contra John o no actúen de manera concertada, y siempre y cuando Jane no tenga relación con John, que daría lugar a tal obligación.
Por otra parte, en los Estados Unidos por lo menos, la ley impone que los seres humanos en general no tienen el «deber de ayudar», incluso cuando otros seres humanos están involucrados. Si estoy caminando por la calle y veo a una persona acostada que se desmayó, boca abajo en un pequeño charco de agua y se ahoga, la ley no impone ninguna obligación conmigo para ayudar a esa persona, incluso si todo lo que necesito hacer es darla la vuelta, algo que puedo hacer sin ningún riesgo o molestia grave para mí.
El punto es que el derecho fundamental de los seres humanos a no ser tratados como cosas, no garantiza que los seres humanos ayuden a otros seres humanos, o que estamos obligados a intervenir para prevenir el daño producido por animales a los seres humanos o de otros seres humanos. Del mismo modo, el derecho básico de los animales a no ser tratados como cosas significa que no podemos tratar a los animales como nuestros recursos. Esto no necesariamente significa que tenemos obligaciones morales o legales para prestar ayuda o de intervenir para prevenir el daño que pueda llegar a ellos.
Luis Tovar y su blog «Filosofía Vegana»
Luis Tovar en su artículo «¿Es un deber ayudar a otros?» dice: «¿Hemos causado nosotros el suceso? Si no es así entonces no somos responsables de él y no tenemos obligación de actuar para solucionarlo. La causalidad es la relación necesaria entre dos hechos sucesivos en la que el hecho posterior está determinado por el anterior. En términos morales, esto
significa que somos responsables de todo aquello que nosotros hemos causado con nuestros actos y que no hubiera ocurrido de no haber intervenido directamente nosotros».
El 3 de marzo de 2016, Respuestas Veganas creó la Plataforma Vegana contra el Asesinato por Omisión
(PVCAO) para denunciar públicamente la defensa del asesinato por omisión que lamentablemente se puede encontrar en algunos blogs y organizaciones veganas.
[Se irán añadiendo otras]
El debate sobre el derecho de auxilio enfrenta a liberales. A continuación mostramos un intercambio de artículos entre Jorge Valín y Albert Esplugas sobre la omisión de auxilio:
Debate en torno al derecho de auxilio entre liberales
En los siguientes links se muestra un debate entre los anarcocapitalistas Jorge Valín y Albert Esplugas. Valín rechaza todo derecho de auxilio (por ser éste un derecho positivo) que no sea el resultado de un contrato (contractualismo), en cambio, Esplugas defiende el derecho de auxilio en los casos en los somos responsables de producir la necesidad de auxilio en otra persona, haya o no haya contrato de por medio:
La posición anarcocapitalista de Jorge Valín es la de un liberalismo consistente con dar prioridad a la propiedad privada sobre el derecho a la salud/vida de las personas, por esta razón no puede aceptar el derecho de auxilio salvo que sea un acuerdo entre ambas partes. En cambio, la posición de Esplugas es la de un liberal a medio camino entre dos ideas contrarias: propiedad Vs salud/vida de las personas, lo cual le lleva a decir cosas inconsistentes, tal y como hemos explicado en el presente artículo.
Albert Esplugas: «… Si coges a
un niño a cuestas para enseñarle a nadar en el mar y luego, cuando estás mar adentro, te cansas y no estás dispuesto a hacer el sacrificio de devolverlo a la orilla, ¿puedes abandonarlo allí mismo y dejar que se ahogue? ¿Tienes la obligación positiva de devolverlo a la orilla o tienes derecho a dejar que se ahogue?»
Jorge Valín: «Como el tema «niño» acelera el corazón de todo el mundo, lo podemos cambiar por persona de cuarenta años que no sabe nadar, si queremos. No existe la obligación positiva de ayudar a nadie. Albert confunde obligación positiva, que no es más que una imposición moral, con castigo posterior de la justicia (no confundir con “la ley»). En el caso que alguien deje a otra persona en medio del mar y ésta no sepa nadar, no se le puede obligar al primero a rescatarlo, como tampoco se le puede obligar a quien es un simple espectador. No se puede discriminar en este
aspecto, es arbitrariedad. En todo caso, y esto es lo importante, si el «abandonado» (palabra un tanto dramática) muere, tendremos que ver si quien lo ha dejado ahí es culpable de asesinato. Con la poca información que tenemos, responderemos que sí, y éste tendrá que ser castigado por la justicia. No será castigado por haber fallado a su «responsabilidad positiva”, ya que no existe, sino que será castigado por haber atentado contra uno de los pilares del derecho natural: la vida de otra persona».
Albert Esplugas: «Dice Valín que no hay una relación causa-efecto entre poner en peligro a alguien y socorrerlo. Y
es cierto, lo que hay es una relación causa-responsabilidad: tú causas peligro, vulnerabilidad/dependencia a otra persona, tú tienes la responsabilidad/obligación positiva de socorrerle o asistirle. De lo contrario, y ahí está la clave del asunto, el afectado morirá por causa tuya, pues tú le has puesto en esa situación. No se te exige que salves la vida de alguien que «está en peligro», sino de salvarle la vida a alguien que tú has puesto en peligro. Creo que la diferencia es evidente. En el segundo caso, tú serás responsable de la muerte de esa persona si no haces nada por impedirlo. De ahí la obligación positiva de asistir al afectado: para prevenir el crimen o la consumación de una agresión».
Esplugas, al reconocer que si ELIGE no prestar auxilio a una persona a la que ha puesto en peligro entonces es responsable de perjudicarla por una omisión, crea una relación causa-efecto con la que se hace evidente que también es responsable de ELEGIR perjudicar por omisión a las personas a las que no ha puesto en peligro. Valín parece que es consciente de esta realidad, y por eso, para proteger su ideología irracional a toda costa, niega toda obligación de auxilio.
Algunas personas reconocen que existe una relación causa-efecto entre lo que se elige no hacer y lo que ocurre, pero se oponen a amenazar con un castigo a quien no preste auxilio. Desde el anarquismo parece que sí que se reconoce que existe una relación causa-efecto entre lo que elegimos no hacer y lo que sucede, es decir, si alguien elige que otra persona sufra o muera debido a una omisión entonces desde el anarquismo se reconoce que la decisión de esa persona se convierte en la causa de lo que a la víctima la sucede debido a ella. Esto lleva al anarquismo reconocer que tenemos el deber de prestar auxilio pero, supongo que por una influencia deontologista («el fin no justifica nunca los medios»), rechaza que se amenace con castigar a quien omita auxilio (y a quien agreda directamente), por eso habla de solidaridad (no hay castigo si no eres solidario) en lugar de hablar de pagar impuestos (hay castigo si no pagas impuestos para ayudar). Esto enlaza con el concepto de «apoyo mutuo» que desarrolló el anarquista Piotr Kropotkin (1842-1921) en su libro «El apoyo mutuo: un factor en la evolución» (1902). El rechazo del anarquismo al castigo es rebatido en otro artículo[3].
Reconocer que existe una relación causa-efecto entre lo que elegimos no hacer y lo que sucede debido a dicha omisión transforma lo que tradicionalmente se ha venido llamando «marco ético deontologista» (un fin justo nunca justifica los medios) en su doctrina contraria, es decir, en un marco ético consecuencialista (un fin justo puede justificar los medios, depende de las consecuencias estimadas). Reconocer la existencia de esta relación causa-efecto también nos lleva a reconocer que se puede violar el derecho a la salud/vida mediante una omisión, rebatiendo así los principios esenciales del liberalismo ético-político[6]
Elegir «no hacer» también es una acción. En 1843, Søren Kierkegaard (1813-1855) trató de mostrar dramáticamente en su libro «Enten - Eller» («O lo uno o lo otro»), especialmente en vol. 2: «Ética y estética en la formación de la personalidad», cómo no elegir
(pretender ser amoral) también supone una forma de elección, sólo que en
sentido impropio. Para Kierkegaard, es la elección la que nos
constituye. Incluso cuando tiramos una moneda al aire para decidir qué
hacer ante un dilema, tirarla es una elección de la que también somos responsables. Como dijo Jean-Paul Sartre (1905-1980) «estamos condenados a ser libres», es decir, estamos condenados a elegir[4]. Toda
persona siempre está eligiendo entre varias alternativas, es decir,
siempre está actuando de acuerdo a algún interés (actuando según su
voluntad), excepto cuando se encuentra temporalmente inconsciente.
Cuando alguien tiene interés en moverse, se mueve o al menos intenta
moverse, y cuando tiene interés en no moverse, no se mueve o al menos
intenta no moverse, pero en todos los casos elige hacer algo. Lo que
alguien elige hacer no se limita a los movimientos de su cuerpo sino que
también incluye lo que elige pensar. Por ejemplo, cuando elegimos
realizar un cálculo matemático para obtener un resultado. Existe una clara relación causa-efecto cuando perjudicamos o beneficiamos a una persona y consiste en:
1º) la elección de perjudicar/beneficiar a una persona (en el caso de que exista intencionalidad);
2º) la acción elegida que perjudica/beneficia a dicha persona;
3º) la consecuencia consistente en dicha persona perjudicada/beneficiada;
4º) Volver al paso 1.
HISTORIA DEL DERECHO DE AUXILIO
Todos los individuos sintientes tienen intereses básicos. Ningún individuo sintiente quiere que sus intereses sean frustrados, independientemente de cual sea el origen de dicha frustración (una agresión, hambre, sed, frío, etc.).
En 1845 Friedrich Engels (1820-1895) publicó el libro «La situación de la clase obrera en Inglaterra», en el que describe la miseria y explotación de los obreros ingleses de las fábricas de Mánchester, y denuncia el asesinato por omisión que el Estado capitalista, en manos de la burguesía, cometía contra dichos obreros:
«Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen. Ahora pasaré a demostrar que la sociedad en Inglaterra comete cada día y a cada hora lo que los periódicos obreros ingleses tienen toda razón en llamar crimen social; que el la ha colocado a los trabajadores en una situación tal que no pueden conservar la salud ni vivir mucho tiempo; que ella mina poco a poco la existencia de esos obreros, y que los conduce así a la tumba antes de tiempo; demostraré, además, que la sociedad sabe hasta qué punto semejante situación daña la salud y la existencia de los trabajadores, y sin embargo no hace nada para mejorarla: En cuanto al hecho de que ella conoce las consecuencias de sus instituciones y que ella sabe que sus actuaciones no constituyen por tanto un simple homicidio, sino un asesinato, puedo demostrarlo citando documentos oficiales, informes parlamentarios o administrativos que establecen la materialidad del crimen.»
En The Case for Animal Rights (1983), el filósofo Tom Regan afirma que entre los derechos que poseen los seres con valor inherente se encuentran los derechos de asistencia, es decir, tienen derecho a ser asistidos y ayudados en caso de ser víctimas de injusticias.
En el artículo «Legal Rights And Moral Rights» («Derechos Legales y Derechos Morales»), concretamente en el punto 6: «Rights violations and the duty of assistance" («Violación de derechos y el deber de ayudar»), Tom Regan explica que ayudar a quienes son víctimas de la injusticia tiene límites, pero eso no significa que no tengamos el deber de ayudar sino que tenemos el deber de hacer lo que podamos[11]:
«A veces ocurre que las víctimas cuyos derechos son violados no comprenden la injusticia que se comete contra ellas. Lo que les sucede a los niños, así como a quienes padecen alguna grave discapacidad mental, sin importar su edad, son ejemplos evidentes de cómo eso puede ocurrir. Debido a su vulnerabilidad, estos individuos son víctimas fáciles para quienes buscan algún beneficio, ya sea personal o colectivo. Cuando son utilizados como medios para tales fines, no solamente los derechos de esas víctimas son violados; sino que también todos aquellos que pueden comprender la injusticia que se ha cometido, tienen el deber de intervenir en favor de la víctima, actuando y alegando en su defensa. De hecho, este deber es en sí mismo una demanda de justicia, no una apelación a la generosidad. Estas víctimas merecen que las auxiliemos. Ayudarles es algo que merecen, no simplemente algo que sería "bonito" por nuestra parte. Consecuentemente, cuanto menos capaces sean de defender por sí mismos sus derechos, mayor es nuestro deber de hacerlo por ellos.
Todos entendemos que hay un límite a lo que podemos hacer para ayudar a las víctimas de la injusticia. No podemos hacer todo por cada víctima. Sin embargo, nuestro límite no es cero. Que no podamos hacerlo todo no significa que debamos contentarnos con hacer nada.» Tom Regan, «Legal Rights And Moral Rights»
Filósofos transhumanistas como David Pearce defienden la idea de que existe un fuerte imperativo ético para los seres humanos para trabajar hacia la abolición del sufrimiento en todos los seres sintientes.
El filósofo antiespecista Óscar Horta
defiende que siempre que sea posible ayudar a quien lo necesite, y que esto no cause un mal mayor, debemos hacerlo, al margen de que sea un ser humano u otro animal, o de que sea un animal doméstico o salvaje[12]. Horta nos habla sobre la cuestión de la intervención en la Naturaleza para ayudar a los animales no humanos[12]:
«[…] El problema que ha sido más desatendido [en el movimiento de derechos de los animales] es el sufrimiento de los animales no humanos que no es ocasionado por su uso como recursos. Explicaré a continuación a qué me refiero con esto.
Se habla normalmente de la explotación que se les causa cuando son explotados directamente por los seres humanos. Lo que se supone al decir esto es que los animales que no sufren esta suerte viven estupendamente. De modo particular, se asume que los animales que viven en sus medios naturales tienen vidas felices, y que simplemente hemos de dejarlos en paz. Sin embargo, el hecho es que esto dista mucho de ser el caso. La vida de los animales en la naturaleza está llena de tragedias, que serían dramáticas para nosotros mismos o mismas si tuviésemos que sufrirlas. De hecho, pocas veces nos damos cuenta de que la inmensa mayoría de los animales que nacen (sobre todo en el caso de los invertebrados) mueren antes de llegar a ser adulto (de hambre, enfermedades, devorados, etc.). Viven vidas en las que hay muchísimo más sufrimiento que disfrute (o en las que no hay ningún disfrute en absoluto).
En la actualidad, es muy poco lo que podemos hacer en este sentido. Pero resulta fundamental comenzar a cuestionar la idea de que no debemos hacer nada al respecto. Esto es crucial para que en el futuro, algún día, el problema pueda ser abordado.
Si una comunidad de seres humanos sufre una inundación, una hambruna, es asaltada o padece una epidemia se considera que, si podemos hacer algo por ayudarles, hemos de hacerlo. ¿Por qué no en el caso de los animales no humanos? Se considera normalmente que es porque así es la vida en la naturaleza. Sin embargo, muy pocos de quienes defienden esto estarían dispuestos a dejar morir por enfermedad, de hambre o canibalismo a seres humanos. ¿A qué se debe esta diferente consideración de seres humanos y otros animales? Se pueden dar muchas razones, pero todas ellas son puras excusas. El motivo real de esta actitud disimilar es el especismo. Más aun, a nadie de nosotros o nosotras nos gustaría tampoco que nos dejasen morir sufriendo en condiciones como las descritas. De este modo, si no somos egoístas ni especistas, y asumimos por tanto que estamos dispuestos a tratar a los demás animales como nos gustaría que nos tratasen a nosotros, hemos de concluir que no sólo nos hemos de preocupar por los animales explotados por los seres humanos. También hemos de preocuparnos por los animales que viven en libertad, y reflexionar sobre qué podemos hacer por ellos.
Esta es la consecuencia más difícil de aceptar del antiespecismo, y es un motivo, de hecho, por el que muchos defensores de los derechos animales no son realmente capaces de asumir un planteamiento antiespecista. Sólo quienes realmente son capaces de dejar atrás sus prejuicios especistas más arraigados se llegan a plantear esta cuestión. Pero si, como he dicho arriba, el especismo es una posición injustificable, hemos de tener el suficiente coraje y responsabilidad como para no mirar hacia otro lado.»
Existe una patología denominada Blue balls (literalmente "pelotas moradas") producto de una vaso congestión causada por una excitación sexual prolongada en el hombre. Suele estar acompañada de un dolor tipo retortijón por la congestión prostática y de dolor/hipersensibilidad o edema en los testículos. La única forma de eliminar los síntomas es provocar la eyaculación. Existe una organización de asistencia social en Japón llamada White Hands (Manos Blancas) que ofrece una «eyaculación asistida» a hombres que sufren una discapacidad grave. (Vídeo)
CURIOSIDADES
- En la película Blade Runner (1982), el replicante León es sometido a un VK Test, para detectar su condición de replicante. En dicho test se pone a prueba su empatía ante una situación en la que una persona no humana necesita auxilio. Este test es análogo al que se utiliza para detectar si una persona es un psicópata y que debería realizarse a toda persona que aspira a puestos de poder.
(1) No hay que confundir el presente argumento con la doctrina o principio del doble efecto (doctrine of double effect). Según la doctrina del doble efecto, hay una diferencia entre una acción y una omisión, aunque la consecuencia de ambas sea la misma. La doctrina del doble efecto dice que si una acción u omisión produce dos efectos, uno bueno y otro malo, entonces sólo somos éticamente responsables del efecto bueno que producimos intencionadamente, no somos éticamente responsables del efecto secundario malo. Por ejemplo, no dar a un enfermo terminal el tratamiento necesario para prolongar su vida no sería éticamente lo mismo que ponerle una inyección letal, aunque la consecuencia sea la misma. Poniéndole la inyección se violaría el principio “no matarás”, en cambio, dejándole de dar el tratamiento para que no sufra se producirían dos efectos: no producir un mayor sufrimiento (intención buena) y acortar la vida (efecto secundario malo). La doctrina del doble efecto no sirve para dejar morir a quien podemos salvar, por lo tanto no vamos a responder a este argumento aquí. (3) En este sentido son aclaratorias las declaraciones que hizo Hugo Chávez al respecto de prestar auxilio a los animales no humanos: Chávez llama a desarrollar sensibilidad hacia los animales para poder construir el socialismo (4) incluso en EEUU, la ley común dicta que no existe un deber general de actuar en caso de emergencia, sin embargo, por lo menos ocho estados han promulgado leyes que obligan a los ciudadanos a ayudar a extraños en peligro. Entre estos estados se incluyen Florida, Ohio, Massachusetts, Rode Island y Vermont. En ellos, es un delito menor no ayudar a alguien en peligro, siempre que al hacerlo no se ponga la propia vida en peligro.