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ENTREVISTA:
Entrevista a Óscar Horta (Equanimal, noviembre 2008)

Óscar Horta es doctor en filosofía moral por la Universidad de Santiago de Compostela, en la que ha sido profesor. Ha estado implicado activamente en el movimiento antiespecista y pro vegetarianismo durante los últimos quince años, y tiene en su autoría distintos escritos acerca de la discriminación de los animales no humanos y las estrategias de los movimientos de defensa animal. Fue asimismo Premio de Ensayo Ferrater Mora 2007.


En esta entrevista dialogamos con él de temas muy variados. En la primera parte, de su experiencia sobre el trato de la cuestión del especismo[1] y la consideración de los animales no humanos en el plano docente e investigador. En la segunda, de sus puntos de vista sobre las estrategias y la filosofía del movimiento por los derechos animales.

¿Es diferente hablar con las personas de los derechos de los animales dentro y fuera de las aulas? ¿Reaccionan de manera diferente?

La sociedad en la que vivimos es especista. Esto determina las reacciones que se mantienen cuando se presenta la cuestión de los derechos animales, sea dentro o fuera de las aulas. Ahora bien, hay una diferencia significativa. En un aula se pueden explicar en detalle y clarificar los distintos aspectos de la cuestión, lo cual es difícilmente posible cuando se hace activismo de modo dirigido a la sociedad en general. La opinión pública a menudo no entiende bien el mensaje que se le plantea desde el movimiento antiespecista. Por ejemplo, a menudo los argumentos para la consideración de los animales son confundidos con los de carácter ecologista. En otras ocasiones, se piensa que del rechazo del antropocentrismo se derivaría la necesidad de que el uso de animales sea llevado de modo más compasivo, y no la eliminación de este. En una clase todas estas confusiones pueden ser eliminadas. Es así mucho más fácil que las razones implicadas en la cuestión sean adecuadamente consideradas.

¿En qué difiere la labor de las organizaciones del movimiento por los derechos de los animales y la de los filósofos en lo que respecta a la concienciación de la sociedad?

Ambas han de ir de la mano. En primer lugar, desde el ámbito de la filosofía se puede y se ha de proporcionar una base argumentativa sólida en contra del especismo, lo cual tiene dos fines. El primero, que esta pueda ser planteada directamente a la opinión pública. El segundo, que pueda servir de herramienta al serivicio de los activistas para poder llevar adelante su trabajo con mayor eficacia. Por otra parte, el ámbito académico es uno de los medios de transmisión de ideas más significativos, ningún movimiento verdaderamente influyente puede quedarse al margen de él. Finalmente, no debemos olvidar que hay muchos que quizás no habrían entrado en contacto nunca con las ideas antiespecistas de no haber conocido estas gracias a algún libro o publicación.

¿En lo que respecta a la filosofía moral, las aulas son un espacio para el aprendizaje o para la concienciación?

Una clase de filosofía es un sitio de trabajo. El alumno o alumna acude a ella a aprender, no necesariamente a adoptar un cierto punto de vista. Una clase no es un lugar para el mero blandido de eslóganes: es un espacio en el que se han de escrutar con rigor los argumentos en cuestión en cada caso. Ahora bien, cuando estos se refieren a cuestiones prácticas, como ocurre en el caso de la filosofía moral, de tal examen se derivan consecuencias de cara al modo en el que hemos dirigir nuestra conducta. Por supuesto, son los propios alumnos y alumnas quienes pueden tomar conciencia de lo que se desprende de los argumentos a considerar. Un profesor no podría, aun en el caso de que quisiese, convertir a sus estudiantes a una determinada idea. Pero sí puede presentar a estos los problemas de manera clara y alentar su análisis crítico y responsable. Y, desde luego, se pueden observar resultados. Hay alumnos y alumnas que quizás nunca se habrían planteado la cuestión y que adoptan un planteamiento crítico con el especismo a partir de tratar este tema en clase.

Por otra parte, independientemente de la posición que los y las estudiantes adopten ante la cuestión, un logro fundamental de su introducción en los planos de estudio universitarios es el hecho de que problematizan y dignifican el tema. Ello es importante dado el contexto en el que nos encontramos con respecto a la cuestión del especismo. Lo que sucede actualmente no es simplemente que la mayoría de la opinión pública esté a favor de este, sino que, de raíz, no se plantea esta cuestión. No considera que esta constituya un problema como tal. Ante esto, el primer paso de un movimiento que busque terminar con la opresión que hoy en día sufren los animales no humanos pasa por hacer ver que esta constituye un problema serio, que debe ser debatido y tenido en cuenta.

Por todo esto, en definitiva, querría animar a todos los docentes sensibilizados por la cuestión del especismo a trabajar el tema y a introducirlo en los programas que imparten.

Recientemente ha recibido el Premio de Ensayo Ferrater Mora en un ensayo en el que entre otros se toca la cuestión de los derechos animales.

De manera general, se trata de un trabajo que repasa las aportaciones en filosofía moral de Ferrater Mora. Pero en él se da cuenta de la cuestión del especismo. El motivo es que precisamente Ferrater Mora, uno de los pensadores más significativos de la segunda mitad del siglo XX en el mundo de habla hispana, fue el primero que en este ámbito se ocupó, ya en los años setenta, de este tema. De hecho, definió sin ambages su pensamiento como antiantropocéntrico. Y fue quien, en su famoso Diccionario de Filosofía, introdujo por primera vez en lengua castellana el propio término ‘especismo’.

Su tesis doctoral versó precisamente sobre la consideración moral de los animales. ¿Puede hacernos una introducción a la temática de la misma?

Mi trabajo en la tesis tomó como punto de partida la reducidísima atención que destinan a la experimentación con animales los estudios en bioética. Los procedimientos con animales no humanos en la investigación biomédica son muchísimo más numerosos que aquellos de los que la bioética se ocupa normalmente, que son los que involucran a los seres humanos. Pese a esto, no son apenas objeto de atención. Esto estaría justificado únicamente si hubiese algún motivo por el que los humanos, pero no los animales de otros especies, deban ser moralmente considerados. Sin embargo, ninguno de los distintos argumentos que se dan con la intención de justificar las posiciones antropocéntricas tiene éxito.

Por lo tanto, el antropocentrismo ha de ser considerado como una forma de discriminación: en concreto, una discriminación especista. De este modo, hay que concluir que las actuales investigaciones en el campo de la bioética mantienen un prejuicio de especie no justificable (que no viene más que a reflejar, en realidad, el sostenido a nivel general, en los más distintos ámbitos, por la opinión pública en general). Para abrazar un enfoque auténticamente riguroso, la investigación en bioética debería sustituir un prejuicio como este por un planteamiento centrado en el peso de los intereses de los implicados en cada caso. De forma muy simplificada, esta fue la tesis que sostuve en mi trabajo.

¿Cuál es su análisis de la obra de Gary L. Francione? ¿Existe algúna línea argumental en su obra con la cual no esté usted de acuerdo?

La obra de Francione es importante fundamentalmente por dos motivos:

(a) Ha sido quien ha apuntado de modo más claro las diferencias entre los distintos movimientos que se han autodefinido como de defensa de los animales no humanos. Lo ha hecho al poner de manifiesto la distinción entre el movimiento por el bienestar y el que llama movimiento por los derechos animales.

El primero acepta la utilización de animales no humanos como recursos, pero siempre que se minimice el daño que se les ocasione.

El segundo rechazaría tal utilización, asumiendo la necesidad del reconocimiento de derechos legales para los animales no humanos.

(b) Por otra parte, Francione ha destacado como analista de las distintas estrategias llevadas a cabo por el movimiento por los derechos animales para conseguir sus objetivos. Más aun, prácticamente podemos decir que es el primero en haber planteado esta cuestión con rigor. Por estos dos motivos, el trabajo de Francione es un punto de referencia fundamental. Recomiendo vivamente su lectura a todos aquellos y aquellas interesadas en la defensa de los animales no humanos. Diría que Francione ha dado en el clavo en muchos de sus análisis. Hay, no obstante, algunos puntos en los que difiero de su posición.

Estos los agruparía en los siguientes dos bloques.

* 1º) Francione lleva a cabo un análisis que subyace a su trato de la cuestión, y que es el que le lleva a utilizar la terminología de los derechos. Ha sostenido que el motivo básico por el que los animales no humanos son utilizados como recursos es porque son nuestras propiedades. Así, el reconocimiento de derechos implicaría en primer lugar el fin del estatuto legal de propiedades de los animales no humanos.

Considero, sin embargo, que lo que sucede no es que los animales no humanos sean explotados porque sean nuestras propiedades, sino que, a la inversa, se les atribuye el estatuto de propiedades a partir del hecho de que son explotados. Esta distinción no es ninguna trivialidad, como podría parecer. Pienso que debemos tomar como punto de partida el hecho de que se discrimina moralmente a los animales no humanos, en el sentido de que no se da importancia a sus intereses o se les da menos que a los de los humanos. Es esto lo que lleva a que sean utilizados como recursos. Y este es el motivo por el que la ley reconoce que son nuestra propiedad: para así regular el modo en el que tal uso se lleva a cabo.

Esto es importante, pues implica que donde se encuentra la raíz del asunto no es en el estatuto legal de los animales no humanos, sino en las actitudes especistas que la inmensa mayoría de los seres humanos tienen hacia ellos.

De acuerdo con esto, cabe inferir que el quid de la cuestión no radique en el reconocimiento de derechos a los animales no humanos, sino en el cese de su discriminación especista. Téngase en cuenta que, en una sociedad que no permite el uso como recursos de seres humanos, abandonar el especismo implica necesariamente rechazar el uso de animales no humanos.

Quienes defienden el uso de animales no humanos (y no el de humanos) y dicen ser antiespecistas simplemente no son antiespecistas. Ahora bien, se puede dejar de usar animales no humanos sin dejar de ser especista. (Por otra parte, añadiría que la búsqueda de derechos legales es algo particular al momento histórico en el que nos encontramos, en el que en los sistemas legales la protección de los individuos se codifica en derechos).

Por todo ello, yo preferiría hablar, más que de movimiento por los derechos animales, de movimiento antiespecista, aun y cuando, por supuesto, este busque hoy en día el reconocimiento de derechos legales para los animales. Pero es preciso insistir en que ambos términos no definen lo mismo: repito que hay quienes no se oponen al especismo y, no obstante, propugnan el reconocimiento de derechos a los animales no humanos que impidan su uso como recursos.

* 2º) Por otra parte, en lo que toca a las estrategias a seguir para una defensa adecuada de los animales no humanos, Francione ha criticado la consistente en buscar la regulación del modo en que se usa a estos. Francione ha indicado que las campañas de este tipo pueden dar a la opinión pública la opinión de que lo objetable del uso de animales no humanos es el modo en el que estos son tratados, en lugar de su uso en sí. Francione ha llamado a esta estrategia “nuevo bienestarismo”.

Este término a mí me parece que es un tanto equívoco, pues lleva a confusión entre la búsqueda de determinados fines y una estrategia particular que podemos adoptar para conseguir tales fines.

Recapitulemos. El bienestarismo busca minimizar el daño sufrido por los animales no humanos al ser usado. Para ello echa mano de una estrategia, consistente en la búsqueda de regulaciones. A su vez, hay quien quiere abolir el uso de animales y piensa que consiguiendo regulaciones puede hacerlo. Esta posición es claramente diferente de la anterior. Hay que dar un nombre, pues, a la estrategia como tal. No hay unos objetivos finales que distingan como tal al “nuevo-bienestarismo”. Hay unos objetivos finales (resultantes de una posición moral o principios especistas combinados con cierta preocupación por los animales no humanos) que definen al bienestarismo, y hay unos objetivos finales que definen al movimiento que busca el fin del uso de animales (téngase en cuenta que dentro de este caben tanto antiespecistas como aquellos especistas que rechacen el uso de animales). Y hay una estrategia que busca regular el modo en el que se usa a los animales no humanos.

Por ello, pienso que podría ser más adecuado utilizar una terminología diferente, y hablar de la estrategia regulacionista. Por otra parte, hay que tener en cuenta que esta no es la única estrategia que utiliza el bienestarismo. El bienestarismo también utiliza otras vías de acción, como la educación al público para que este no se comporte cruelmente con los animales no humanos. Así, el regulacionismo es una vía de acción que utiliza fundamentalmente el bienestarismo, aunque también se ha usado desde otras posiciones. Una alternativa que defiende Francione ante el regulacionismo es el llamado abolicionismo. Lo que este vendría a defender sería la prohibición paulatina de las diferentes prácticas en las que se utiliza a los animales no humanos.

El abolicionismo es, pues, una estrategia. Podemos también llamar abolicionismo a una posición moral u objetivos últimos, que definiría la búsqueda de la abolición del uso de animales no humanos. Pero entonces este término ya no puede ser identificado con una estrategia concreta, quienes creen que el mejor modo de conseguir tal abolición es mediante regulaciones buscan realmente tal abolición.

Por ello es mejor diferenciar el abolicionismo como estrategia, para evitar confusiones con esta otra acepción, distinta, del término. Hay quien prefiere utilizar el término movimiento para denominar aquello que se hace con un mismo objetivo final, otros sostendrán que no, que lo que define a un movimiento como tal es también la adopción de una determinada estrategia. Quienes hablan del movimiento abolicionista normalmente refieren esto último, puesto que se buscan diferenciar de quienes adoptan una estrategia regulacionista para conseguir los mismos fines que ellos buscan. En la práctica, este ha sido el caso de Francione que ha acabado distinguiendo no ya dos sino tres movimientos distintos: el bienestarista, el que llama nuevo-bienestarista y el abolicionismo.

El primero se distinguiría de los dos últimos en los fines que busca, los dos últimos no, sino en las estrategias que siguen.

Ocurre que las campañas abolicionistas no se ven totalmente libres de posibles consecuencias indeseables. Ello se debe a que pueden dar la impresión de que lo que se ha de rechazar son ciertos usos de los animales y no otros (por ejemplo, si se entiende que sólo las corridas de toros, y no el consumo de animales como comida, son cuestionables).

El regulacionismo parece sin duda más problemático que el abolicionismo de cara a generar confusiones, pero este último no se ve tampoco libre de objeciones al respecto. Por supuesto, habrá una parte del público que entenderá sin malentendidos de esta índole las campañas abolicionistas y las regulacionistas, pero también habrá otra que no lo hará.

Me gustaría añadir, al margen de esto, que considero que el problema fundamental de ambas estrategias, regulacionismo y abolicionismo, más que el de que pueda dar al público una opinión distorsionada de lo que buscan los activistas antiespecistas, radica en que conllevan un gasto de recursos absolutamente desmesurado que consigue unos resultados francamente reducidos en comparación con otras vías de acción. La introducción de una regulación o una prohibición lleva por lo normal bastante tiempo, y requiere del empleo de muchísimo esfuerzo y dinero. Y sería engañarnos a nosotros mismos no reconocer que su alcance es limitado, especialmente en el caso de las regulaciones: las mejoras que consiguen ayudan sin duda a algunos animales.

Pero, francamente, están lejos de ser significativas si vemos la situación en conjunto (puesto que o introducen regulaciones sobre aspectos no esenciales de la explotación de algunos animales no humanos o prohiben prácticas muy marginales, dado que no se puede lograr hoy en día una prohibición significativa –como, por ejemplo, de la abolición del consumo de animales o de la vivisección–). El empleo de tales recursos para difundir el vegetarianismo y el cuestionamiento del especismo implicarían unos resultados mucho más notables. Si los esfuerzos dedicados a las campañas regulacionistas se empleasen con este otro fin, veríamos una disminución en la demanda del consumo de animales que ahorraría a muchos de estos una vida de sufrimientos y la muerte.

La vía de acción más productiva ha de ser una que busque reducir al máximo el número de animales no humanos utilizados. Y lo que decide el número de animales que sufren esta suerte es básicamente la demanda. No se cría y mata a los animales porque haya unos granjeros malvados a quienes se les antoje hacerlo, sino porque la mayor parte de la gente paga para que ello se lleve a cabo. Así, la estrategia que parece que puede disminuir de modo más notable el uso de animales no humanos será otra distinta. Es, de hecho, una que Francione ha tenido en cuenta (me parece que con creciente atención) junto al abolicionismo.

Consistirá, más bien, en convencer a la población para que abandone tal uso. Y entiendo que a corto y medio plazo el mejor modo de conseguir esto es mediante una argumentación antiespecista. Esperar a que la situación sea más favorable para poner esta estrategia en práctica equivale a resignarse a no hacerlo jamás, puesto que si no empezamos a difundir tales argumentos no habrá forma de que lleguemos a un contexto en el que el antropocentrismo sea cuestionado, ni hoy ni en mil años. Es preciso, por ello, comenzar cuanto antes a transmitir con la máxima claridad posible los argumentos que muestran por qué la discriminación de los animales no humanas no puede estar justificada. Al principio habrá reacciones de indignación o ironía, pero esta es la única forma de conseguir que tales argumentos acaben siendo tenidos en cuenta: callarlos no es la solución. Si a las primeras activistas del movimiento de liberación de la mujer les hubiese dado reparo plantear sus ideas por vergüenza, o por miedo a las reacciones hostiles, aun no sabríamos ni el significado de la palabra sexismo.

No puede asumirse pesimistamente que en el caso de los animales no humanos el cambio es imposible; se dan dos circunstancias que llevan a dudar seriamente de ello:

  • muchos de nosotros cambiamos en el pasado al conocer los argumentos antiespecistas; y
  • la mayor parte de la población no ha oído jamás tales argumentos. En definitiva, no considero que debamos distinguir entre estrategias propias del movimiento por los derechos animales (abolicionismo y disminución de la demanda de animales a partir del cuestionamiento del especismo) y estrategias propias del bienestarismo (como sería el regulacionismo).

Tal esquema me parece erróneo. Las tres estrategias citadas son estrategias que se pueden adoptar igualmente desde un punto de vista pro-derechos animales o antiespecista. Pero se ha de distinguir entre ellas con respecto a su efectividad (no considero que hayan de ser rechazadas, por ejemplo, por ser moralemente aceptables o no en sí mismas, creo que lo relevante son los resultados que obtienen para los animales no humanos). Y opino que la división fundamental a este respecto (efectividad) no es la que separa a las dos primeras del regulacionismo, sino la que que separa a la disminución de la demanda por el cuestionamiento del especismo del abolicionismo y el regulacionismo. El abolicionismo es menos problemático que el regulacionismo, pero también lo es.

Hay otro aspecto en el que difiero de Francione que explicaré al final de la siguiente respuesta.

Peter Singer y su "utilitarismo de las preferencias" son fuertemente criticados por diversos autores que defienden la relevancia moral de los animales. ¿Puede resumirnos la línea argumentativa de Singer? ¿Cuál es su opinión al respecto?


Hay al menos tres líneas distintas de crítica al planteamiento de Singer: una, por sus planteamientos utilitaristas; dos, por su concepción del interés en vivir; tres, por sus planteamientos con respecto a la estrategia para la defensa de los animales. Al criticar las tesis de Singer a menudo se mezclan estas tres distintas cuestiones, lo cual no es adecuado. Cada una de ellas debe ser examinada por separado, pues no están implicadas entre sí: son independientes, y podemos sostener alguna de ellas sin asumir las demás. Intentaré resumir muy brevemente el planteamiento de Singer en ética (que, más que en Liberación Animal, donde se puede encontrar en rigor es en su Ética práctica) y en estrategia (que se incluye sobre todo en su Ethics into Action), mostrando en qué se le ha criticado.

* 1º) El utilitarismo clásico sostiene que con nuestras acciones hemos de buscar lograr que la suma de la felicidad o el bienestar total que haya en el mundo llegue al máximo posible. Por felicidad o bienestar vendría a entender la suma de lo que podemos llamar experiencias positivas menos las negativas (esto es, todo aquello que hace que nuestra vida nos resulte tanto placentera en un sentido inmediato, como satisfactoria en un sentido más profundo menos todo lo que tiene un efecto contrario). El utilitarismo de las preferencias busca maximizar la satisfacción de deseos o preferencias. El motivo por el que se critica normalmente a los utilitaristas como Singer es porque la búsqueda de la felicidad total podría implicar que algunos individuos particulares se vieran perjudicados. Los utilitaristas podrían a su vez responder que resultaría absurdo que una mayoría sufra un gran daño por evitar causar un daño menor a una minoría. Esta es una discusión que no afecta en sí a la cuestión del especismo: un antiespecista puede tanto ser utilitarista como no serlo. Lo que no podemos ser, en rigor, es utilitaristas no antiespecistas, dado que el utilitarismo implica maximizar la felicidad total, y si discriminamos a alguien (sea este o esta de la especie que sea) ya no se da tal maximización. Quienes se llaman utilitaristas y son especistas no están siendo realmente utilitaristas en sentido estricto.

* 2º) Singer ha sostenido que solamente aquellos seres con la capacidad de concebir su vida a largo plazo tienen un interés en vivir. ¿Qué ocurre, pues, en el caso de aquellos otros seres que no tienen tal capacidad pero que aun así pueden sufrir y disfrutar? Según Singer no debemos matarlos, porque si lo hacemos la cantidad total de felicidad que hay en el mundo se verá reducida. Ahora bien, sostiene Singer que si al matar a un ser de este tipo hacemos que nazca otro con iguales capacidades no sucederá nada reprobable, puesto que al hacer que venga al mundo otro ser con unas capacidades semejantes la cantidad total de felicidad continúa igual. (Es importante tener en cuenta que Singer no ha derivado de esto que debamos aprobar el consumo de animales no humanos, puesto que afirma que este nos lleva a ver a los animales no humanos como objetos para nuestro uso, lo que implica su sufrimiento).

Esta posición sí tiene relevancia de cara a la defensa de los animales no humanos. Y ha sido muy criticada por todos aquellos y aquellas que entienden que el hecho de poder concebirse a uno mismo a lo largo del tiempo no constituye una diferencia significativa a la hora de tener un interés en vivir. Yo suscribo plenamente esta crítica. A mi entender, el valor de la vida radica en los beneficios o daños que podemos recibir en esta. Siendo esto así, todos aquellos seres con la capacidad de tener experiencias positivas (esto es, de disfrutar) serán dañados por la muerte. Por ello, el consumo de animales ha de ser combatido no sólo porque les cause un sufrimiento tan notable, sino también porque ocasiona su muerte.

* 3º) En lo que toca a cuestiones estratégicas, Singer ha aplaudido aquellas campañas dirigidas a conseguir logros puntuales como pequeñas prohibiciones o regulaciones. Ello le ha valido las críticas de autores como Francione, dado que, pese a estar de acuerdo con él en el caso de las prohibiciones, no lo están en el de las regulaciones. Ya he indicado arriba los motivos por los que parece que la vía de acción más efectiva es otra, la que busca difundir el fin del consumo de animales (llámesele vegetarianismo 100% o veganismo mediante el cuestionamiento del especismo). Finalmente, debo repetir lo dicho arriba: estamos aquí ante cuestiones distintas. Francione identifica el movimiento bienestarista con filosofías como la utilitarista y el movimiento por los derechos animales con un punto de vista contrario a estas. Sin embargo, se puede defender que los animales no humanos han de disfrutar de derechos legales y, por tanto, no han de ser utilizados considerando que ello es lo que maximiza la utilidad total. Asimismo, se puede ser utilitarista y rechazar las ideas de Singer sobre el valor de la vida. Por otra parte, que seamos utilitaristas o no es irrelevante de cara a los posicionamientos sobre cuestiones estratégicas que adoptemos.

¿Qué opina de las desavenencias estratégicas habidas en el seno del movimiento por los derechos de los animales?

Es normal que estas existan tales diferencias, lo raro sería que todos pensásemos igual como por arte de magia. Lo que es fundamental es que haya debate sobre las diferentes estrategias. Hay una idea bastante extendida hoy en día entre los distintos movimientos de defensa de los animales, consistente en rechazar cualquier discusión sobre el modo en el que se ha de trabajar. Por una parte, se asume que es imposible saber qué estrategia dará los mejores resultados. Esto es, simplemente, falso. Hay razones, razones de peso, a favor de una u otra estrategia. Por otra parte, la idea de que debemos dedicarnos cada cual a hacer activismo como más nos apetezca sin debatir y buscar cuál es el método más efectivo muestra un compromiso muy endeble por la causa. Del hecho de optar por una vía de acción u otra pueda derivarse el que un número muy significativo de animales no humanos sufra y muera o que se salve de ello. Dado que hay modos más y menos eficientes de salvar animales no se entiende cómo es que no se presta atención a analizar la cuestión, para que podamos ayudar a cuantos más mejor y cuanto más mejor.