ARGUMENTO: “Si todo el mundo se hace vegano se destruirán millones de puestos de trabajo”
RESUMEN: ¿Qué impacto tiene el veganismo sobre la economía? ¿el aumento del veganismo aumenta el paro? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.
La realidad es que el vegetarianismo y el veganismo están creciendo a una velocidad que permite que la economía se adapte progresivamente a dicho cambio en los hábitos de consumo. Lo que ocurriría al irse reduciendo paulatinamente el consumo de productos de origen animal en favor de un aumento del consumo de productos de origen vegetal, es que se produciría una paulatina adaptación de los trabajadores a la nueva situación del mercado.
El deber ético se origina en los intereses, que universalizados se convierten en la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados»[1]. Ésta es la razón por la que las normas de la Ética operan con los intereses de los seres sintientes, es decir, la Ética es sensocentrista[2]. Discriminar arbitrariamente a alguien (por su especie, raza, sexo, etc.) viola el Principio de Igual Consideración de Intereses[3]. Para ser lo más coherente posible con la Ética se debe evitar frustrar los intereses de los seres sintientes, para lo cual se debe practicar el veganismo[4]. Algunas personas plantean malas consecuencias económicas en el caso de que hagamos lo éticamente correcto:
Algunas personas dicen que si todos los humanos se hacen veganos «de repente» entonces se produciría un colapso económico. Es evidente que un cambio drástico en los hábitos de consumo de todos los humanos no permitiría adaptar la oferta a la demanda: «de repente» muchas personas se quedarían sin trabajo. El error de estas personas es suponer que a toda la población humana va a decidir «de repente» que quiere practicar el veganismo, pues la realidad es que el vegetarianismo y el veganismo están creciendo a una velocidad que permite que la economía se adapte progresivamente a dicho cambio en los hábitos de consumo[1]. Una progresiva disminución del consumo de productos de origen animal será consecuencia del progresivo incremento del consumo de productos de origen vegetal.
Algunas personas dicen que si progresivamente todos los humanos practican el veganismo entonces se destruirán progresivamente millones de «trabajos» basados en la explotación y matanza de quienes no son humanos. Estas personas suelen decir que, según datos de la FAO («Livestock In Development», 1999), 1.300 millones de humanos viven de la ganadería, de los cuales 987 millones son pobres (ganan menos de 2$ por día) que viven en el campo. Lo que ocurriría al irse reduciendo paulatinamente el consumo de productos de origen animal en favor de un aumento del consumo de productos de origen vegetal, es que se produciría una paulatina adaptación de los trabajadores a la nueva situación del mercado, como ha ocurrido siempre: el nuevo negocio basado en el nuevo producto sustituye al antiguo negocio basado en el producto antiguo, y unos nuevos puestos de trabajo sustituyen a los antiguos, por ejemplo, a menos carniceros, más fruteros y más verduleros. A continuación vamos a poner unos ejemplos sobre cómo unos negocios son sustituidos por otros:
- Los frigoríficos eléctricos. En el siglo XIX la mayoría de las neveras enfriaban mediante un sistema de barras de hielo que se alojaba en su interior. Existían comercios que se dedicaban a vender hielo. Cada poco tiempo, las personas tenían trasportar pesadas barras de hielo hasta sus casas si querían mantener frescos sus alimentos. Uno de los pioneros del refrigerador fue Charles Tellier, que en 1867 inventó un dispositivo destinado a fabricar hielo. Entre 1868 y 1869 se centró en el análisis del frío industrial y sus aplicaciones. Pronto se dedicó a la fabricación de aparatos frigoríficos para la conservación de los alimentos. Introdujo el éter dimetílico y la trimetilamina en la industria, y en 1876 consiguió construir el primer frigorífico plenamente funcional. Entonces el negocio de las neveras eléctricas poco a poco acabó con el negocio de las barras de hielo, dejando sin trabajo a los vendedores de hielo.
- El ecologismo. En una entrevista a David M. Rivas, publicada el 20 de agosto de 2010, éste habla sobre el impacto positivo que los nuevos paradigmas económicos, como el ecologismo, generan en el mercado laboral:
Pregunta: Pero también hay un gran negocio en el sector ambiental.
Respuesta: Efectivamente. Pero, ¡qué cosa más curiosa!: en un mundo capitalista en el que la avaricia es virtud se ve muy mal que haya gente que gane dinero regenerando el medio ambiente o protegiendo la naturaleza. Yo prefiero que mis alumnos de administración de empresas ganen dinero reforestando una sierra o criando ganado en forma extensiva(1) que hormigonando playas. También es verdad que incluso están haciendo negocio las mismas empresas que contaminaron previamente(2). Por ejemplo, muchas empresas químicas se pasaron al sector ambiental y tienen grandes beneficios. Es más, algunas trabajan en tecnologías limpias en nuestros países mientras siguen usando tecnologías muy sucias en el mundo subdesarrollado. Pero esas son las contradicciones y las perversiones del sistema económico, no del ambientalismo.
Pregunta: Y la crisis afectará también a esos sectores.
Respuesta: Las empresas de producción ecológicamente sostenible, como las de agricultura ecológica o las de turismo ambientalmente responsable, no sufren prácticamente la crisis, sino que están incrementando su peso en el mercado. A lo que sí afecta muncho la crisis es a la política ambiental en general y a la conciencia de la gente. Hace dos o tres años, en plena euforia económica, todo el mundo estaba preocupado por el medio ambiente, exigiendo que se dejase de edificar tanto, sobre todo en la costa. Ahora todo el mundo pide que vuelva la actividad, a cualquier precio e independientemente de lo que destruya. Cuando vienen mal dadas tendemos a sacrificar el medio ambiente en beneficio de una mayor renta. Es fácil caer en el engaño de que la opción es “o árboles y pajaritos o puestos de trabajo”.
Pregunta: Las restricciones ambientales pueden generar paro. Si una empresa cierra porque se ve obligada por una ley ambiental los obreros se quedan sin trabajo.
Respuesta: En la Unión Europea se crean casi tres puestos de trabajo gracias a la política ambiental(3) por cada algo menos de uno destruido por restricciones ambientales. Es verdad que si una empresa cierra no van a generarse nuevos puestos de trabajo al día siguiente. Cuando la Unión Europea erradique el PVC, que lo hará, los trabajadores de esas fábricas no van a convertirse en guardias forestales en dos días, eso es evidente. Pero este problema no es una particularidad de la política ambiental. Lo que hay que hacer es buscar paliativos temporales. Cuando las minas o los astilleros cerraron por razones comerciales se articularon políticas sociales para paliar los efectos negativos, por no hablar del PER del campo andaluz, que usted conocerá bien. ¿Por qué los motivos ambientales no han de ser tratados de igual forma? Si una empresa cierra porque está envenenando a la ciudadanía, ¿por qué no se recurre a la política social y laboral? ¿Por qué a la política ambiental se le exige lo que no se exige a las políticas comercial o monetaria?
Algunas personas no son conscientes del ahorro que el veganismo supone para el Estado. Una alimentación sin productos de origen animal ahorraría al Estado miles de millones de dólares en temas ambientales y de salud pública. Dicho ahorro podrían ser usado para promover el empleo. A continuación se adjuntan estudios sobre el ahorro que supone el veganismo.
- El 12 de abril de 2016, la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS) publicó un estudio de la Universidad de Oxford titulado «Analysis and valuation of the health and climate change cobenefits of dietary change» en el que se indica que: «Nuestro análisis indica que un cambio en la dieta hacia el consumir menos alimentos derivados de animales y más alimentos derivados de plantas está asociado con beneficios importantes debidos a la mortalidad relacionada con la dieta y a las emisiones de gases de efecto invernadero». Según los investigadores, si todo el mundo se volviera vegano, el número total de muertes al año debidas a derrames cerebrales, enfermedades cardiacas coronarias, cáncer y diabetes de tipo 2, se reduciría en un 19 por ciento, lo que equivale a salvar 8.1 millones de vidas humanas cada año. El beneficio de la alimentación vegetariana estricta en la salud reduciría en entre 700.000 millones de dólares y 1 billón de dólares al año los gastos del cuidado médico y los gastos asociados con el «cuidado informal y los días de trabajo perdidos». Asimismo, si todo el mundo se hiciera vegano se reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero debidas a la industria agrícola global, ahorrando unos 570.000 millones de dólares cada año.
Los Derechos Animales y la economía
La consideración de los animales no humanos llevado a sus últimas consecuencias implica un cambio profundo no sólo del sistema cultural, sino también del sistema económico. Así lo explica Cármen Gutierrez Casas en su trabajo «El movimiento animalista: análisis desde los nuevos movimientos sociales»:
«El Movimiento por los Derechos de los Animales entona perfectamente dentro del contexto de los Nuevos Movimientos Sociales que, desde los años 60 y hasta hoy, han sido el modelo más paradigmático de participación ciudadana alternativo. Sus medios, su lenguaje, sus recursos y su contenido son los propios de una nueva ¿ideología?, desde una postura más o menos respetuosa con la cultura moderna, trata de imponerse mediante la educación de la sociedad.
Cabe preguntarse hasta qué punto (hoy por hoy) podría llevarse a cabo esta intención sin alterar profundamente las bases de nuestra sociedad y el sistema que la sustenta. En este punto, el movimiento por los derechos de los animales difiere de otros en un aspecto técnicamente equiparable, pero revolucionario de hecho. Por supuesto, las referencias cuando se trata de introducir un cambio promovido por uno de estos movimientos son aquellos otros que, decididamente, triunfaron hace tiempo y hoy son asimilados por la inmensa mayoría de la sociedad. El feminismo, los derechos civiles de los negros en EEUU y Sudáfrica y de los aborígenes en Australia, incluso el reconocimiento de la legitimidad, la igualdad y el respeto debido a los homosexuales, son los modelos más recurrentes para establecer paralelismos en la defensa de los derechos de algún colectivo desprotegido o socialmente menospreciado. El movimiento que nos ocupa, trae, además, un referente estrella: la abolición de la esclavitud. Todos estos nuevos movimientos (feminismo, derechos civiles, derechos de los homosexuales) o conquistas históricas (abolición de la esclavitud) introdujeron un cambio en las ideas de la sociedad, pero no supusieron un cambio profundo en la economía, con lo que no encontraron la oposición de este dificilísimo escollo. El movimiento por los derechos de los animales, sin embargo, requeriría no sólo un profundo cambio ideológico, sino también económico, porque aunque no se desafíe el orden vigente, en principio, en la práctica, la supresión inmediata de toda explotación animal exigiría cambios tajantes no sólo en los hábitos cotidianos, también en las infraestructuras y, por consiguiente, chocaría con grandes intereses económicos y repercutiría en el bienestar y la disponibilidad de bienes de consumo para las sociedades opulentas. Es por todo esto por lo que los defensores de los derechos de los animales, en general, se recuerdan a sí mismos lo poco probable que resulta el triunfo de sus reivindicaciones en un futuro próximo, y la mayoría de ellos insiste en culturizar a la sociedad paulatinamente, desde distintos planteamientos, para concienciar a las generaciones más jóvenes y, de un modo no revolucionario, eliminar las prácticas denominadas “especistas” sin enfrentarse frontalmente al sistema de consumo tal y como está concebido. Hay también quienes plantean la lucha por los derechos de los animales dentro de un mundo más justo y liberado de los tentáculos del neoliberalismo, en general las asociaciones formadas por miembros más jóvenes. De uno u otro modo, y teniendo en cuenta lo alejado que se prevé tal cambio, está claro que el movimiento por los derechos de los animales tiene, todavía, mucho trabajo por hacer.»