El artículo que viene a continuación ha sido escrito por Michelle Rokke que fue contratada por People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) para que se infiltrase en el laboratorio que Huntingdon Life Sciences (H.L.S.) tiene en EE.UU., esta historia muestra los horrores de la vivisección de primera mano. Nuestro objetivo es asegurarnos de que todo el mundo conozca lo que sucede dentro de los laboratorios y en particular dentro del infierno de H.L.S.
Una mano diminuta me alcanza tras deslizarse entre los barrotes de acero, me lanza una penetrante mirada antes de que sus delicados y ágiles dedos empiecen a tirar impacientemente del elástico de mi gorro. Tras tocarme ligeramente unas pocas veces, sus elegantes dedos comienzan a acariciarme el pelo, las cejas y a palparme la cara. Los suaves gemidos que emite pronto se convierten en gritos de tortura. Un fuerte sonido se oye cuando un cuerpo paralizado choca contra la fría mesa de necropsia. Las uñas arañan la superficie metálica al ser cortado un trozo de piel de un brazo que se mueve nerviosamente. Queda la vena expuesta esperando recibir una inyección de algún fármaco letal. Recibe un corte que va desde la barbilla hasta la ingle, el número que lleva tatuado en el pecho queda irreconocible. Sus rasgos se deforman y su pequeño puño se cierra enérgicamente con cada corte del bisturí. Cuando su piel ya vacía es arrojada con desprecio a una bolsa de basura próxima y la figura con bata blanca pide que traigan el siguiente mono me despierto de un salto. Me digo a mí misma que solo ha sido un sueño. Y a continuación me doy cuenta de que no es ningún sueño, es una pesadilla y todavía no ha terminado…
En Septiembre de 1996 mi vida dió un fuerte giro cuando fui contratada como técnica en Huntingdon Life Sciences en East Millstone, New Jersey, EE.UU.
Tras varios años trabajando como investigadora secreta para People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) y recientemente, otras organizaciones, he sido testigo de abusos cometidos contra animales a nivel tanto individual como industrial, cientos y cientos de veces. He visto gallinas siendo desgarradas tras haber estado sufriendo durante meses en granjas de factoría, débiles gatitos esperando su turno en las cámaras de tortura de los investigadores, hembras embarazadas a las que se les habían atado con correas bolsas de orina para producir Premarin, miserables perros encerrados en diminutas jaulas, e incontables animales golpeados, pateados, acuchillados y estrangulados. Pero nada me había preparado para lo que vi en Huntingdon Life Sciences.
Mi trabajo como técnica consistía en encargarme del cuidado de los animales. Me ocupé de perros, ratas, ratones y monos, al menos mantuve sus jaulas limpias. Si los hubiese cuidado, literalmente, no hubiese visto tantos de ellos sufriendo y muriendo en vano dentro de H.L.S. No seguiría viendo sus caras en mis sueños.
Además de limpiar sus jaulas sujetaban a los animales mientras les inyectaban todo tipo de sustancias tóxicas. Limpié la sangre del suelo tras las operaciones quirúrgicas realizadas por torpes y muy mal entrenados empleados. Cuando los compuestos químicos eran introducidos en los animales en sus narices, bocas, piel, venas, estómagos y pulmones, pensaba en sus efectos y en el sufrimiento que provocaban, mientras tanto, otros se encogían de hombros y volvían a casa como si nada hubiese ocurrido.
Aprendí que productos de limpieza, así como docenas de medicamentos, productos agrícolas y fármacos prodigiosos, todos ellos habían provocado sufrimiento y muertes en H.L.S. En otro lugar del laboratorio, cremas solares eran vertidas sobre conejos, mientras las cobayas y los cerdos sufrían otros experimentos inútiles.
No es ningún secreto entre los empleados que los experimentos son ridículos y basados en dudosos principios científicos. Cuando un famoso antihistamínico tuvo que ser retirado del mercado uno de los técnicos con mas experiencia señaló el titular y dijo riéndose" ¿qué hemos creado esta vez?". Las bromas sobre fármacos prodigiosos incluían esto, tanto una cura contra las enfermedades como un fantástico producto para adelgazar y ¿es esto un medicamento o es veneno para ratas?
A pesar de que mi deber era permanecer en el cuarto de los animales observándolos, en repetidas ocasiones se me advirtió que no me preocupase de sus cambios en el estado de salud tras haber recibido sus dosis, y que no los grabase. En una ocasión, cuando le pregunté a un compañero cual era el objetivo del experimento, me respondió solo porque un fármaco tenga un efecto en un perro no quiere decir que también lo vaya a tener sobre un humano. A continuación me dijo el objetivo de los experimentos no es el de proteger a las personas, sino el de conseguir que el sponsor (la compañía que paga por el experimento) haga más encargos al laboratorio. El modo de conseguir más encargos es lograr que el fármaco del sponsor entre a formar parte del mercado.
Trabajé para H.L.S. durante unos 8 meses y fui contratada con pequeñísima experiencia para limpiar jaulas; sujetar animales para que les administren dosis o para ayudar en las operaciones. El programa de enseñanza solía consistir en compañeros de trabajo que me decían primero como se suponía que se debían hacer las cosas y a continuación cómo se hacen realmente. Al principio esto hacía referencia al uso de desinfectantes en la jaula y el cómo devolver los perros a las jaulas una vez limpiados. Después, el total incumplimiento de las normas pasó a ser más serio. En un experimento encargado por Proctec & Gamble, no se les administró anestésicos a unos primates tras haber sufrido profundas operaciones quirúrgicas en el abdomen. En otra ocasión los resultados del experimento fueron deliberadamente modificados por los empleados. En un estudio con perros, un beagle estuvo gimiendo, llorando y agitándose día tras día por el sufrimiento que le producía el que a través de un tubo, que era forzado a entrar por la garganta, se le administrase una sustancia que jamás salvaría ninguna vida humana.
Yo seguía trabajando en HLS cuando mi supervisor regresó de un viaje que había hecho al Reino Unidos justo después de que el reportaje de Zoe Broughton llamadoIts a Dogs Life (Una vida de perro) apareciese en la televisión. Me dijo que quería hablar conmigo en privado y me contó que un reportaje realizado con cámara oculta había salido a la luz y que había causado mucho alboroto. Me imaginé que a partir de entonces se iban a producir muchos cambios en el laboratorio de EE.UU. como consecuencia de lo que había ocurrido en Inglaterra, pero me sorprendió que nadie moviese un dedo por mejorar las rudimentarias técnicas que se estaban usando. Me impresionó que el reportaje Its a Dogs Life no fuese abiertamente comentado con el objetivo de prevenir que ocurran atrocidades similares a las de Inglaterra en el laboratorio de EE.UU. Me impresionó también que no solo no mejorasen el trato a los animales sino que lo continuaron empeorando.
Cuando vi el reportaje de Zoe mi mente se quedó asombrada ante lo que las dos habíamos visto; aunque en el laboratorio que H.L.S. tiene en Inglaterra parecía que los perros tenían jaulas mayores y más oportunidades para realizar ejercicio, el resto de las cosas parecían idénticas. Falsificación de datos, errores en las dosis, descarado maltrato a los animales y una nula consideración al bienestar de los animales. La actitud de descuido de los técnicos de H.L.S. mientras manejaban a los animales y realizan los experimentos que son totalmente inútiles para los seres humanos es completa y profundamente enfermiza.
Más adelante, cuando leí el reportaje realizado por Sarah Kite me horrorizó el ver que nada había cambiado desde su primera investigación en H.L.S. años atrás. El sistema de experimentación animal obviamente no funciona para beneficiar a los humanos, lo único que hace es provocar sufrimiento a los animales. Los vivisectores, compañías farmacéuticas, compañías de seguros y los intereses de los laboratorios necesitan del cotidiano fraude de la experimentación con animales para que continúen ingresando dólares en sus arcas. Después de haber sido testiga de una chapuza tras otra más allá de las cerradas puertas de un laboratorio, puedo decir firmemente que si la cura para el SIDA o el cáncer o para la verruga que tenía el Dr Frankenstein en su nariz se encuentra a través de la experimentación animal será un milagro.
La única solución para asegurar el bienestar de los animales y la seguridad de los seres humanos es prohibir la vivisección. Para validar y emplear exclusivamente experimentos en los que no se emplean animales que son mas seguros y fidedignos. Obviamente esto es algo que los vivisectores aborrecen, ya que los datos obtenidos por medio de la experimentación animal pueden ser fácilmente manipulados para que muestren los resultados deseados. Un estudio del gobierno estadounidense indicó que más del 50% de los fármacos son o bien retirados o reetiquetados por la F.D.A. después de haber sido empleados por seres humanos. Lo cierto es que, la primera vez que un producto es empleado por una persona es el momento en que podemos saber con certeza qué consecuencias tiene dicho producto en los humanos. Todos los experimentos realizados anteriormente, todo el sufrimiento, todas las muertes de los animales torturados hasta morir para ganar dinero, solo tiene como resultado una sustancia desconocida en el mercado.
No es ninguna exageración cuando digo que tengo pesadillas en las que aparecen animales que llegué a amar en H.L.S. En otros casos en que he trabajado no tuve la oportunidad de conocer cada animal-víctima a nivel individual.
Cada día que trabajé, sujeté entre mis brazos, apretando contra mi pecho perros beagles y sentí su húmeda naricita en mi cuello. Les vi peleando contra la jaula de acero de 90x90cm (justos) en la que estaban encerrados. Vi a compañeros de trabajo abofeteándoles, chillarles y columpiarlos por los aires mientras los cogían de la nuca cuando los tenían que mover de un lado a otro. Yo tenía muchísimo cuidado de coger los perros con delicadeza, y mantenerlos pegados a mí cuando los llevaba desde su diminuta casa jaula a la jaula de ejercicios (una jaula de gran tamaño en la que se suponía que había que dejar a los perros durante 10 minutos unas pocas veces a la semana, pero que raras veces sucedía).
No puedo evitar el recordar a aquellos que más cariño cogí cada vez que veo un beagle corriendo por el parque. Veo sus tristes caritas cuando cierro los ojos. Me pregunto cómo sería el ver a Spud, Joey, The Major y Ellie corriendo por la hierba, siendo cuidados y amados en lugar de maltratados. Cuando veo un beagle en el parque haciendo giros apoyado en su espalda, la imagen que no me puedo quitar de la cabeza es la de un beagle en la sala de necropsias echando la cabeza hacia atrás a la vez que gime mientras un bisturí le penetra, rajando su barbilla.
Cualquier serie de números enseguida me hace recordar el tatuaje de un primate. Veo la suave textura de la piel de un macaco. Veo sus uñas tan parecidas a las nuestras y sus diminutos ombligos. Les veo usando sus raras veces proporcionados espejos de enriquecimiento, no para mirar a su propio reflejo sino para examinar partes de la estéril habitación de cemento que no tienen oportunidad de observar. Cada uno tiene sus propias huellas dactilares alguien me dijo una vez. No se si esto es cierto, pero sí que se que cada uno de ellos es indudablemente diferente, exactamente igual que las personas. Sé que si el pelaje y la piel son rasgados en una dura herida provocada por la jaula, la piel cicatrizada no muestra ninguna diferencia con respecto a la de los humanos, la foto de una cicatriz en el dedo de un mono muestra este hecho.
Por supuesto esta foto, ni muchas otras jamás serán publicadas. Cando los sucios secretos del laboratorio de H.L.S. en EE.UU. fueron sacados a la luz en 1997, no tardaron mucho las grandes compañías que habían testado sus productos en H.L.S. en gritar alarmados. No solo fueron expuestas las compañías-sponsor por subvencionar el descarado maltrato a los animales en un laboratorio al que habían contratado, también el secreto e inútil ritual de la experimentación animal fue expuesto de nuevo. H.L.S. consiguió que los federales decretasen una orden de silencio para mantener el fraude de la experimentación animal oculto al público.
Llegaron muy lejos para asegurarse de que el público no se diese cuenta de que la experimentación animal no protege a la gente, que lo único que consigue son fármacos inseguros y productos que rápidamente acceden al mercado y los mantienen ahí.
H.L.S. demandó a PETA, Ingrid Newkirk, Marybeth Sweetland y a mí misma bajo el pretexto de estafa y negocios secretos. Nos costó mucho deshacernos de la Corte, en parte por un sistema legal que solo puede ser descrito como lleno de prejuicios y predisposiciones y la creencia de que la mayoría de la información ya había salido a la luz.
Debido al acuerdo al que se llegó con H.L.S. tengo prohibido hablar sobre muchos sufrimientos padecidos por animales de los que fui testigo. No puedo dar datos sobre experimentos, productos ni compañías a pesar de que el público tiene derecho a tener esta información. Pero no tengo prohibido el decirle a todo el mundo que la experimentación con animales es una farsa. He estado ahí y lo he visto. La experimentación animal es una locura el juego de la ruleta rusa en el mejor de los casos. En el peor, la experimentación animal matará a nuestros amigos, humanos y no humanos. Mantendrá a nuestros padres enfermos, y a nuestras hermanas graves. Mantendrá el negocio de los científicos y a los bancos mientras que nuestras jóvenes madres serán sepultadas. Nunca ayudará a nuestros hermanos, hijas o hijos. Dañará a nuestros abuelos y el empresario continuará haciéndose rico. La experimentación animal compromete la seguridad de los humanos y el bienestar de los animales. La experimentación animal mata.
Una mano diminuta me alcanza tras deslizarse entre los barrotes de acero, me lanza una penetrante mirada antes de que sus delicados y ágiles dedos empiecen a tirar impacientemente del elástico de mi gorro. Tras tocarme ligeramente unas pocas veces, sus elegantes dedos comienzan a acariciarme el pelo, las cejas y a palparme la cara. Los suaves gemidos que emite pronto se convierten en gritos de tortura. Un fuerte sonido se oye cuando un cuerpo paralizado choca contra la fría mesa de necropsia. Las uñas arañan la superficie metálica al ser cortado un trozo de piel de un brazo que se mueve nerviosamente. Queda la vena expuesta esperando recibir una inyección de algún fármaco letal. Recibe un corte que va desde la barbilla hasta la ingle, el número que lleva tatuado en el pecho queda irreconocible. Sus rasgos se deforman y su pequeño puño se cierra enérgicamente con cada corte del bisturí. Cuando su piel ya vacía es arrojada con desprecio a una bolsa de basura próxima y la figura con bata blanca pide que traigan el siguiente mono me despierto de un salto. Me digo a mí misma que solo ha sido un sueño. Y a continuación me doy cuenta de que no es ningún sueño, es una pesadilla y todavía no ha terminado…
En Septiembre de 1996 mi vida dió un fuerte giro cuando fui contratada como técnica en Huntingdon Life Sciences en East Millstone, New Jersey, EE.UU.
Tras varios años trabajando como investigadora secreta para People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) y recientemente, otras organizaciones, he sido testigo de abusos cometidos contra animales a nivel tanto individual como industrial, cientos y cientos de veces. He visto gallinas siendo desgarradas tras haber estado sufriendo durante meses en granjas de factoría, débiles gatitos esperando su turno en las cámaras de tortura de los investigadores, hembras embarazadas a las que se les habían atado con correas bolsas de orina para producir Premarin, miserables perros encerrados en diminutas jaulas, e incontables animales golpeados, pateados, acuchillados y estrangulados. Pero nada me había preparado para lo que vi en Huntingdon Life Sciences.
Mi trabajo como técnica consistía en encargarme del cuidado de los animales. Me ocupé de perros, ratas, ratones y monos, al menos mantuve sus jaulas limpias. Si los hubiese cuidado, literalmente, no hubiese visto tantos de ellos sufriendo y muriendo en vano dentro de H.L.S. No seguiría viendo sus caras en mis sueños.
Además de limpiar sus jaulas sujetaban a los animales mientras les inyectaban todo tipo de sustancias tóxicas. Limpié la sangre del suelo tras las operaciones quirúrgicas realizadas por torpes y muy mal entrenados empleados. Cuando los compuestos químicos eran introducidos en los animales en sus narices, bocas, piel, venas, estómagos y pulmones, pensaba en sus efectos y en el sufrimiento que provocaban, mientras tanto, otros se encogían de hombros y volvían a casa como si nada hubiese ocurrido.
Aprendí que productos de limpieza, así como docenas de medicamentos, productos agrícolas y fármacos prodigiosos, todos ellos habían provocado sufrimiento y muertes en H.L.S. En otro lugar del laboratorio, cremas solares eran vertidas sobre conejos, mientras las cobayas y los cerdos sufrían otros experimentos inútiles.
No es ningún secreto entre los empleados que los experimentos son ridículos y basados en dudosos principios científicos. Cuando un famoso antihistamínico tuvo que ser retirado del mercado uno de los técnicos con mas experiencia señaló el titular y dijo riéndose" ¿qué hemos creado esta vez?". Las bromas sobre fármacos prodigiosos incluían esto, tanto una cura contra las enfermedades como un fantástico producto para adelgazar y ¿es esto un medicamento o es veneno para ratas?
A pesar de que mi deber era permanecer en el cuarto de los animales observándolos, en repetidas ocasiones se me advirtió que no me preocupase de sus cambios en el estado de salud tras haber recibido sus dosis, y que no los grabase. En una ocasión, cuando le pregunté a un compañero cual era el objetivo del experimento, me respondió solo porque un fármaco tenga un efecto en un perro no quiere decir que también lo vaya a tener sobre un humano. A continuación me dijo el objetivo de los experimentos no es el de proteger a las personas, sino el de conseguir que el sponsor (la compañía que paga por el experimento) haga más encargos al laboratorio. El modo de conseguir más encargos es lograr que el fármaco del sponsor entre a formar parte del mercado.
Trabajé para H.L.S. durante unos 8 meses y fui contratada con pequeñísima experiencia para limpiar jaulas; sujetar animales para que les administren dosis o para ayudar en las operaciones. El programa de enseñanza solía consistir en compañeros de trabajo que me decían primero como se suponía que se debían hacer las cosas y a continuación cómo se hacen realmente. Al principio esto hacía referencia al uso de desinfectantes en la jaula y el cómo devolver los perros a las jaulas una vez limpiados. Después, el total incumplimiento de las normas pasó a ser más serio. En un experimento encargado por Proctec & Gamble, no se les administró anestésicos a unos primates tras haber sufrido profundas operaciones quirúrgicas en el abdomen. En otra ocasión los resultados del experimento fueron deliberadamente modificados por los empleados. En un estudio con perros, un beagle estuvo gimiendo, llorando y agitándose día tras día por el sufrimiento que le producía el que a través de un tubo, que era forzado a entrar por la garganta, se le administrase una sustancia que jamás salvaría ninguna vida humana.
Yo seguía trabajando en HLS cuando mi supervisor regresó de un viaje que había hecho al Reino Unidos justo después de que el reportaje de Zoe Broughton llamadoIts a Dogs Life (Una vida de perro) apareciese en la televisión. Me dijo que quería hablar conmigo en privado y me contó que un reportaje realizado con cámara oculta había salido a la luz y que había causado mucho alboroto. Me imaginé que a partir de entonces se iban a producir muchos cambios en el laboratorio de EE.UU. como consecuencia de lo que había ocurrido en Inglaterra, pero me sorprendió que nadie moviese un dedo por mejorar las rudimentarias técnicas que se estaban usando. Me impresionó que el reportaje Its a Dogs Life no fuese abiertamente comentado con el objetivo de prevenir que ocurran atrocidades similares a las de Inglaterra en el laboratorio de EE.UU. Me impresionó también que no solo no mejorasen el trato a los animales sino que lo continuaron empeorando.
Cuando vi el reportaje de Zoe mi mente se quedó asombrada ante lo que las dos habíamos visto; aunque en el laboratorio que H.L.S. tiene en Inglaterra parecía que los perros tenían jaulas mayores y más oportunidades para realizar ejercicio, el resto de las cosas parecían idénticas. Falsificación de datos, errores en las dosis, descarado maltrato a los animales y una nula consideración al bienestar de los animales. La actitud de descuido de los técnicos de H.L.S. mientras manejaban a los animales y realizan los experimentos que son totalmente inútiles para los seres humanos es completa y profundamente enfermiza.
Más adelante, cuando leí el reportaje realizado por Sarah Kite me horrorizó el ver que nada había cambiado desde su primera investigación en H.L.S. años atrás. El sistema de experimentación animal obviamente no funciona para beneficiar a los humanos, lo único que hace es provocar sufrimiento a los animales. Los vivisectores, compañías farmacéuticas, compañías de seguros y los intereses de los laboratorios necesitan del cotidiano fraude de la experimentación con animales para que continúen ingresando dólares en sus arcas. Después de haber sido testiga de una chapuza tras otra más allá de las cerradas puertas de un laboratorio, puedo decir firmemente que si la cura para el SIDA o el cáncer o para la verruga que tenía el Dr Frankenstein en su nariz se encuentra a través de la experimentación animal será un milagro.
La única solución para asegurar el bienestar de los animales y la seguridad de los seres humanos es prohibir la vivisección. Para validar y emplear exclusivamente experimentos en los que no se emplean animales que son mas seguros y fidedignos. Obviamente esto es algo que los vivisectores aborrecen, ya que los datos obtenidos por medio de la experimentación animal pueden ser fácilmente manipulados para que muestren los resultados deseados. Un estudio del gobierno estadounidense indicó que más del 50% de los fármacos son o bien retirados o reetiquetados por la F.D.A. después de haber sido empleados por seres humanos. Lo cierto es que, la primera vez que un producto es empleado por una persona es el momento en que podemos saber con certeza qué consecuencias tiene dicho producto en los humanos. Todos los experimentos realizados anteriormente, todo el sufrimiento, todas las muertes de los animales torturados hasta morir para ganar dinero, solo tiene como resultado una sustancia desconocida en el mercado.
No es ninguna exageración cuando digo que tengo pesadillas en las que aparecen animales que llegué a amar en H.L.S. En otros casos en que he trabajado no tuve la oportunidad de conocer cada animal-víctima a nivel individual.
Cada día que trabajé, sujeté entre mis brazos, apretando contra mi pecho perros beagles y sentí su húmeda naricita en mi cuello. Les vi peleando contra la jaula de acero de 90x90cm (justos) en la que estaban encerrados. Vi a compañeros de trabajo abofeteándoles, chillarles y columpiarlos por los aires mientras los cogían de la nuca cuando los tenían que mover de un lado a otro. Yo tenía muchísimo cuidado de coger los perros con delicadeza, y mantenerlos pegados a mí cuando los llevaba desde su diminuta casa jaula a la jaula de ejercicios (una jaula de gran tamaño en la que se suponía que había que dejar a los perros durante 10 minutos unas pocas veces a la semana, pero que raras veces sucedía).
No puedo evitar el recordar a aquellos que más cariño cogí cada vez que veo un beagle corriendo por el parque. Veo sus tristes caritas cuando cierro los ojos. Me pregunto cómo sería el ver a Spud, Joey, The Major y Ellie corriendo por la hierba, siendo cuidados y amados en lugar de maltratados. Cuando veo un beagle en el parque haciendo giros apoyado en su espalda, la imagen que no me puedo quitar de la cabeza es la de un beagle en la sala de necropsias echando la cabeza hacia atrás a la vez que gime mientras un bisturí le penetra, rajando su barbilla.
Cualquier serie de números enseguida me hace recordar el tatuaje de un primate. Veo la suave textura de la piel de un macaco. Veo sus uñas tan parecidas a las nuestras y sus diminutos ombligos. Les veo usando sus raras veces proporcionados espejos de enriquecimiento, no para mirar a su propio reflejo sino para examinar partes de la estéril habitación de cemento que no tienen oportunidad de observar. Cada uno tiene sus propias huellas dactilares alguien me dijo una vez. No se si esto es cierto, pero sí que se que cada uno de ellos es indudablemente diferente, exactamente igual que las personas. Sé que si el pelaje y la piel son rasgados en una dura herida provocada por la jaula, la piel cicatrizada no muestra ninguna diferencia con respecto a la de los humanos, la foto de una cicatriz en el dedo de un mono muestra este hecho.
Por supuesto esta foto, ni muchas otras jamás serán publicadas. Cando los sucios secretos del laboratorio de H.L.S. en EE.UU. fueron sacados a la luz en 1997, no tardaron mucho las grandes compañías que habían testado sus productos en H.L.S. en gritar alarmados. No solo fueron expuestas las compañías-sponsor por subvencionar el descarado maltrato a los animales en un laboratorio al que habían contratado, también el secreto e inútil ritual de la experimentación animal fue expuesto de nuevo. H.L.S. consiguió que los federales decretasen una orden de silencio para mantener el fraude de la experimentación animal oculto al público.
Llegaron muy lejos para asegurarse de que el público no se diese cuenta de que la experimentación animal no protege a la gente, que lo único que consigue son fármacos inseguros y productos que rápidamente acceden al mercado y los mantienen ahí.
H.L.S. demandó a PETA, Ingrid Newkirk, Marybeth Sweetland y a mí misma bajo el pretexto de estafa y negocios secretos. Nos costó mucho deshacernos de la Corte, en parte por un sistema legal que solo puede ser descrito como lleno de prejuicios y predisposiciones y la creencia de que la mayoría de la información ya había salido a la luz.
Debido al acuerdo al que se llegó con H.L.S. tengo prohibido hablar sobre muchos sufrimientos padecidos por animales de los que fui testigo. No puedo dar datos sobre experimentos, productos ni compañías a pesar de que el público tiene derecho a tener esta información. Pero no tengo prohibido el decirle a todo el mundo que la experimentación con animales es una farsa. He estado ahí y lo he visto. La experimentación animal es una locura el juego de la ruleta rusa en el mejor de los casos. En el peor, la experimentación animal matará a nuestros amigos, humanos y no humanos. Mantendrá a nuestros padres enfermos, y a nuestras hermanas graves. Mantendrá el negocio de los científicos y a los bancos mientras que nuestras jóvenes madres serán sepultadas. Nunca ayudará a nuestros hermanos, hijas o hijos. Dañará a nuestros abuelos y el empresario continuará haciéndose rico. La experimentación animal compromete la seguridad de los humanos y el bienestar de los animales. La experimentación animal mata.
Fuente: prensavegana.com - He visto el infierno y se llama H.L.S
Fuente original: shac.net - 1997 - HLS exposed in the USA
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NOTAS
RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que compartamos todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista por los Derechos Animales.
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