Gary L. Francione es profesor de Derecho en la Universidad Rutgers de Nueva Jersey (Estados Unidos). Fue el fundador y director del Rutgers Animal Rights Law Centre. Es especialista en derechos de los animales y uno de los pioneros en la teoría abolicionista de derechos de los animales no humanos.
En septiembre de 2007, dos organizaciones de bienestar animal, la League Against Cruel Sports [Liga contra los Deportes Crueles] y el Oxford Centre for Animal Ethics, [Centro Oxford por la Ética Animal] llevarán a cabo una “Conferencia Internacional sobre la relación entre el Abuso a los animales y la Violencia Humana.” Aunque la conferencia tendrá lugar en la Universidad de Oxford, el Oxford Centre for Animal Ethics no es, de acuerdo con el Asistente del director de Asuntos Públicos de la Universidad de Oxford, “un centro oficial o afiliado” de la Universidad.
La información proporcionada sobre la conferencia establece:
Hay dos problemas –graves y relacionados- enfocando la ética animal de este modo.
Primero, relacionar la ética animal con la violencia contra los humanos representa un retorno al modo en que pensábamos acerca de la condición moral de los animales antes del advenimiento del bienestar animal en el siglo XIX.
Antes del siglo XIX, la visión predominante, al menos en Occidente, era que los no humanos estaban completamente fuera de la comunidad moral y que ni el uso ni el tratamiento que les dábamos alcanzaba a tener incumbencia moral o legal. Esto es, podíamos usarlos para cualquier propósito que quisiéramos y podíamos infligirles dolor y sufrimiento conforme a aquellos usos sin que llegara a ser un asunto moral o legal. Los no humanos eran considerados como cosas que eran indistinguibles de los objetos inanimados y hacia los cuales no teníamos obligaciones morales o legales. Aunque podíamos tener una obligación respecto con los animales –tal como una obligación de no dañar a la vaca de nuestro vecino- ésta era una obligación que teníamos hacia nuestro vecino, de no dañar su propiedad, y no tenía nada que ver con algún tipo de obligación que tuviéramos hacia la propia vaca.
Incluso este limitado punto en que el tratamiento cruel de los animales llegó a considerarse un asunto de índole moral se debió únicamente a que existía una preocupación respecto a que los humanos que abusaban de los animales fueran más probablemente los que maltratarían a otros humanos. Gente como Santo Tomás de Aquino, John Locke, Immanuel Kant y otros, argumentaban que estaba mal infligir crueldad gratuita a los animales porque esto haría más probable que seamos crueles entre nosotros. Pero esto no tenía nada que ver con el reconocimiento de que los animales tenían significado moral. Esto tenía que ver con una preocupación sobre los humanos, y con la conexión entre el tratamiento cruel de los animales y el resultante abuso de otros humanos.
Esta conferencia está examinando si el abuso de los animales está conectado al abuso de los humanos. ¿Y qué si está conectado? Eso puede darnos un buen argumento para hacer cambios modestos en las leyes anticrueldad u ofrecer consejo a los adolescentes que han sido declarados culpables de torturar perros o gatos porque estamos preocupados acerca de un posible comportamiento antisocial en el futuro.
¿Pero qué tiene que ver esto con los animales? ¿Qué dice esto acerca de la condición moral de los animales?
La respuesta es, por supuesto, que no dice nada más allá de lo que fue dicho antes del siglo XIX –que la razón principal para preocuparse acerca de la crueldad contra los animales es que aquéllos que tratan en forma poco amable a los animales tratarán probablemente a otros humanos en una forma poco amable. Esto debería sustentar una obligación moral o legal de no tratar a los animales con un estilo “cruel”, pero esa obligación no les sería debida a los animales como miembros de la comunidad moral –les sería debida a otros humanos.
Esto no es un paso adelante en la consideración acerca de la ética animal; sería un paso significante hacia atrás. Este enfoque se aleja aún más de la noción del valor inherente de los animales y se aproxima a la noción de que los animales tienen solo un valor extrínseco que depende principalmente de cómo su uso y tratamiento afecta a los humanos.
Segundo, y más importante, conectar el abuso animal con la violencia implica una muy estrecha definición de lo que constituye “abuso.” Tendemos a concentrarnos en los actos extremos de un número pequeño de individuos y a no reconocer que nuestro uso de los animales en los aceptados contextos institucionalizados también representa “abuso.”
En otras palabras, confinamos el “abuso” animal al humano desequilibrado que tortura un perro por “diversión” e ignoramos el hecho de que cualquiera que consuma cualquier producto animal está también involucrado en el “abuso” animal”, que realmente no es diferente del cometido por una persona que tortura al perro.
Para entender este punto, déjenme presentarles a Simón el Sádico, quien hizo su primera aparición en mi libro, Introduction to Animal Rights: Your Child or the Dog?
Imaginemos que encontramos a Simón, quien está torturando a un perro quemándolo con un soplete. La única razón de Simón para torturar al perro es que le produce placer hacer esta clase de actividad.
Simón es exactamente la clase de persona que despierta el interés en quienes están preocupados por el vínculo entre el “abuso” animal y la violencia humana.
¿Por qué? ¿Por qué lo que está haciendo Simón es tan perturbador?
Simón está violando una regla moral y legal con la que todos concuerdan –que es malo infligir sufrimiento innecesario o muerte a los animales. ¿Y qué queremos decir con “innecesario”? Queremos decir que está mal infligir sufrimiento o muerte a los animales simplemente porque nos da placer o porque lo encontramos divertido. Simón está infligiendo sufrimiento innecesario y muerte al perro; está torturando un animal por ninguna otra razón que no sea su placer y diversión.
El problema es, ¿en qué es Simón de alguna manera diferente de todos los que comen carne, productos lácteos o huevos?
Matamos más de 50 billones(1) de animales cada año (en todo el mundo) para comida. No puede haber duda de que la comida proveniente de animales involucra una enorme cantidad de dolor, sufrimiento, y muerte. La comida proveniente de animales producida bajo las circunstancias más “humanitarias” incluye tratar a los animales de formas en las que, si se aplicaran a los humanos, constituirían tortura.
Nadie afirma que tenemos que comer comida proveniente de animales para tener una salud óptima. En realidad, los profesionales en el cuidado de la salud pertenecientes a la corriente principal, son cada vez más de la opinión de que los alimentos provenientes de animales son perjudiciales para la salud humana. Y la cría de animales para comida es un desastre para el medio ambiente.
¿Cuál es la mejor justificación que tenemos para infligir dolor, sufrimiento, y muerte a 50 billones de no humanos sintientes?
La respuesta: disfrutamos del sabor de los productos animales. Obtenemos placer de usar animales incluso sin haber ninguna necesidad por nuestra parte.
Entonces, ¿en qué somos diferentes de Simón el Sádico?
Respuesta: en nada.
Pagamos a otros para que maten y preparen la carne de los animales, los lácteos, y los huevos que nosotros disfrutamos. Pero ¿y qué? Somos no obstante exactamente igual de responsables moralmente que Simón el Sádico. Simplemente nosotros somos más numerosos y nuestras acciones son consideradas como aceptables.
Hace dos semanas vi una entrevista en televisión con el fallecido Jeffrey Dahmer, que trataba sobre el desarrollo de su compulsión a la violencia que terminó en asesinato y canibalismo. Dahmer relató cómo mataba y desmembraba animales en su juventud. Remarcó, un poco anhelosamente, que las cosas hubieran sido muy diferentes si él al menos hubiera sido capaz de canalizar ese impulso en una ocupación aceptable, tal como la taxidermia. Si los impulsos violentos de Dahmer pudieran haber sido satisfechos matando no humanos, ¿qué tendrían que decir sobre ello los especialistas en ética? Los científicos sociales han notado que la incidencia de la violación decrece durante la época de caza.
El problema con la conferencia auspiciada por la Liga y el Centro “Oxford” es que sugiere que hay una diferencia entre Simón el Sádico, quien “abusa” de animales, y aquéllos que no son veganos, quienes realizan la actividad “normal” de comer productos animales. Sospecho que muchas personas en la conferencia no serán veganas. Estos no veganos, comprometidos en la socialmente aceptable explotación animal, se sentarán para hablar sobre gente como Simón el Sádico, quien participa del “abuso” animal, y no apreciarán la considerable ironía de la situación.
Esta conferencia meramente reforzará un mito peligroso, pero que es central para la ilusión del bienestar animal, a saber: que el “abuso” animal es algo que otras personas hacen.
Es extremadamente dificultoso –quizás imposible-, no ser al menos indirectamente cómplice de la explotación animal como consumidores, en una sociedad sostenida por la explotación animal, pero podemos sin embargo tener en claro que si no somos veganos, ciertamente somos explotadores de animales. No hay una distinción lógica o moral entre la persona que quema con un soplete a un perro por diversión y la que come una hamburguesa, una pizza con queso, un helado o huevos. La única diferencia es que quemar al perro es llamado “abuso” y comer productos animales es llamado “normal.”
En septiembre de 2007, dos organizaciones de bienestar animal, la League Against Cruel Sports [Liga contra los Deportes Crueles] y el Oxford Centre for Animal Ethics, [Centro Oxford por la Ética Animal] llevarán a cabo una “Conferencia Internacional sobre la relación entre el Abuso a los animales y la Violencia Humana.” Aunque la conferencia tendrá lugar en la Universidad de Oxford, el Oxford Centre for Animal Ethics no es, de acuerdo con el Asistente del director de Asuntos Públicos de la Universidad de Oxford, “un centro oficial o afiliado” de la Universidad.
La información proporcionada sobre la conferencia establece:
“La conferencia destacará la importancia de la ética animal a través del examen de las siguientes cuestiones:
• ¿Hay evidencia empírica acerca de una conexión entre el abuso animal y la violencia hacia los humanos o el comportamiento antisocial?
• ¿Cómo deberíamos interpretar la evidencia?
• Si hay una conexión, ¿cuáles son las implicaciones éticas?
• ¿Cuáles son las implicaciones para la política social y legal? “
"El propósito de la conferencia es posibilitar que la gente entienda mejor la naturaleza del abuso animal, la motivación que lleva a los actos de crueldad y las implicaciones para los humanos, así como también para el bienestar animal.” Un área de investigación clave del Centro “es la conexión entre el abuso animal y la violencia humana.”
Hay dos problemas –graves y relacionados- enfocando la ética animal de este modo.
Primero, relacionar la ética animal con la violencia contra los humanos representa un retorno al modo en que pensábamos acerca de la condición moral de los animales antes del advenimiento del bienestar animal en el siglo XIX.
Antes del siglo XIX, la visión predominante, al menos en Occidente, era que los no humanos estaban completamente fuera de la comunidad moral y que ni el uso ni el tratamiento que les dábamos alcanzaba a tener incumbencia moral o legal. Esto es, podíamos usarlos para cualquier propósito que quisiéramos y podíamos infligirles dolor y sufrimiento conforme a aquellos usos sin que llegara a ser un asunto moral o legal. Los no humanos eran considerados como cosas que eran indistinguibles de los objetos inanimados y hacia los cuales no teníamos obligaciones morales o legales. Aunque podíamos tener una obligación respecto con los animales –tal como una obligación de no dañar a la vaca de nuestro vecino- ésta era una obligación que teníamos hacia nuestro vecino, de no dañar su propiedad, y no tenía nada que ver con algún tipo de obligación que tuviéramos hacia la propia vaca.
Incluso este limitado punto en que el tratamiento cruel de los animales llegó a considerarse un asunto de índole moral se debió únicamente a que existía una preocupación respecto a que los humanos que abusaban de los animales fueran más probablemente los que maltratarían a otros humanos. Gente como Santo Tomás de Aquino, John Locke, Immanuel Kant y otros, argumentaban que estaba mal infligir crueldad gratuita a los animales porque esto haría más probable que seamos crueles entre nosotros. Pero esto no tenía nada que ver con el reconocimiento de que los animales tenían significado moral. Esto tenía que ver con una preocupación sobre los humanos, y con la conexión entre el tratamiento cruel de los animales y el resultante abuso de otros humanos.
Esta conferencia está examinando si el abuso de los animales está conectado al abuso de los humanos. ¿Y qué si está conectado? Eso puede darnos un buen argumento para hacer cambios modestos en las leyes anticrueldad u ofrecer consejo a los adolescentes que han sido declarados culpables de torturar perros o gatos porque estamos preocupados acerca de un posible comportamiento antisocial en el futuro.
¿Pero qué tiene que ver esto con los animales? ¿Qué dice esto acerca de la condición moral de los animales?
La respuesta es, por supuesto, que no dice nada más allá de lo que fue dicho antes del siglo XIX –que la razón principal para preocuparse acerca de la crueldad contra los animales es que aquéllos que tratan en forma poco amable a los animales tratarán probablemente a otros humanos en una forma poco amable. Esto debería sustentar una obligación moral o legal de no tratar a los animales con un estilo “cruel”, pero esa obligación no les sería debida a los animales como miembros de la comunidad moral –les sería debida a otros humanos.
Esto no es un paso adelante en la consideración acerca de la ética animal; sería un paso significante hacia atrás. Este enfoque se aleja aún más de la noción del valor inherente de los animales y se aproxima a la noción de que los animales tienen solo un valor extrínseco que depende principalmente de cómo su uso y tratamiento afecta a los humanos.
Segundo, y más importante, conectar el abuso animal con la violencia implica una muy estrecha definición de lo que constituye “abuso.” Tendemos a concentrarnos en los actos extremos de un número pequeño de individuos y a no reconocer que nuestro uso de los animales en los aceptados contextos institucionalizados también representa “abuso.”
En otras palabras, confinamos el “abuso” animal al humano desequilibrado que tortura un perro por “diversión” e ignoramos el hecho de que cualquiera que consuma cualquier producto animal está también involucrado en el “abuso” animal”, que realmente no es diferente del cometido por una persona que tortura al perro.
Para entender este punto, déjenme presentarles a Simón el Sádico, quien hizo su primera aparición en mi libro, Introduction to Animal Rights: Your Child or the Dog?
Imaginemos que encontramos a Simón, quien está torturando a un perro quemándolo con un soplete. La única razón de Simón para torturar al perro es que le produce placer hacer esta clase de actividad.
Simón es exactamente la clase de persona que despierta el interés en quienes están preocupados por el vínculo entre el “abuso” animal y la violencia humana.
¿Por qué? ¿Por qué lo que está haciendo Simón es tan perturbador?
Simón está violando una regla moral y legal con la que todos concuerdan –que es malo infligir sufrimiento innecesario o muerte a los animales. ¿Y qué queremos decir con “innecesario”? Queremos decir que está mal infligir sufrimiento o muerte a los animales simplemente porque nos da placer o porque lo encontramos divertido. Simón está infligiendo sufrimiento innecesario y muerte al perro; está torturando un animal por ninguna otra razón que no sea su placer y diversión.
El problema es, ¿en qué es Simón de alguna manera diferente de todos los que comen carne, productos lácteos o huevos?
Matamos más de 50 billones(1) de animales cada año (en todo el mundo) para comida. No puede haber duda de que la comida proveniente de animales involucra una enorme cantidad de dolor, sufrimiento, y muerte. La comida proveniente de animales producida bajo las circunstancias más “humanitarias” incluye tratar a los animales de formas en las que, si se aplicaran a los humanos, constituirían tortura.
Nadie afirma que tenemos que comer comida proveniente de animales para tener una salud óptima. En realidad, los profesionales en el cuidado de la salud pertenecientes a la corriente principal, son cada vez más de la opinión de que los alimentos provenientes de animales son perjudiciales para la salud humana. Y la cría de animales para comida es un desastre para el medio ambiente.
¿Cuál es la mejor justificación que tenemos para infligir dolor, sufrimiento, y muerte a 50 billones de no humanos sintientes?
La respuesta: disfrutamos del sabor de los productos animales. Obtenemos placer de usar animales incluso sin haber ninguna necesidad por nuestra parte.
Entonces, ¿en qué somos diferentes de Simón el Sádico?
Respuesta: en nada.
Pagamos a otros para que maten y preparen la carne de los animales, los lácteos, y los huevos que nosotros disfrutamos. Pero ¿y qué? Somos no obstante exactamente igual de responsables moralmente que Simón el Sádico. Simplemente nosotros somos más numerosos y nuestras acciones son consideradas como aceptables.
Hace dos semanas vi una entrevista en televisión con el fallecido Jeffrey Dahmer, que trataba sobre el desarrollo de su compulsión a la violencia que terminó en asesinato y canibalismo. Dahmer relató cómo mataba y desmembraba animales en su juventud. Remarcó, un poco anhelosamente, que las cosas hubieran sido muy diferentes si él al menos hubiera sido capaz de canalizar ese impulso en una ocupación aceptable, tal como la taxidermia. Si los impulsos violentos de Dahmer pudieran haber sido satisfechos matando no humanos, ¿qué tendrían que decir sobre ello los especialistas en ética? Los científicos sociales han notado que la incidencia de la violación decrece durante la época de caza.
El problema con la conferencia auspiciada por la Liga y el Centro “Oxford” es que sugiere que hay una diferencia entre Simón el Sádico, quien “abusa” de animales, y aquéllos que no son veganos, quienes realizan la actividad “normal” de comer productos animales. Sospecho que muchas personas en la conferencia no serán veganas. Estos no veganos, comprometidos en la socialmente aceptable explotación animal, se sentarán para hablar sobre gente como Simón el Sádico, quien participa del “abuso” animal, y no apreciarán la considerable ironía de la situación.
Esta conferencia meramente reforzará un mito peligroso, pero que es central para la ilusión del bienestar animal, a saber: que el “abuso” animal es algo que otras personas hacen.
Es extremadamente dificultoso –quizás imposible-, no ser al menos indirectamente cómplice de la explotación animal como consumidores, en una sociedad sostenida por la explotación animal, pero podemos sin embargo tener en claro que si no somos veganos, ciertamente somos explotadores de animales. No hay una distinción lógica o moral entre la persona que quema con un soplete a un perro por diversión y la que come una hamburguesa, una pizza con queso, un helado o huevos. La única diferencia es que quemar al perro es llamado “abuso” y comer productos animales es llamado “normal.”
Piénsenlo.
Fuente: anima.org.ar - Simón el Sádico, Jeffrey Dahmer, la Liga Contra los Deportes Crueles, y el Centro “Oxford” para el Bienestar Animal
© Gary Francione
© Traducción: Ana María Aboglio
Texto perteneciente al blog personal de Gary Francione. Miércoles, 18 de abril de 2007
________________________________________________________________________________________________
NOTAS
RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que compartamos todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista.
(1) En los países anglosajones, un billón es equivalente a mil millones.Es el caso del artículo. En Argentina un billón representa mil millones. [N.de T]
(1) En los países anglosajones, un billón es equivalente a mil millones.Es el caso del artículo. En Argentina un billón representa mil millones. [N.de T]
________________________________________________________________________________________________
COMENTARIOS SOBRE ESTA RESPUESTA: